De seguir por el camino actual, la cosa va para peor. El solo hecho de que la pobreza no caiga es una clara muestra de que la economía no avanza realmente porque, de la ley de marginalidad, se deriva que un sistema sano atiende en primer lugar las necesidades más urgentes. Sinópticamente lo que está ocurriendo es que el Estado está tomando muchísimos préstamos y volcando ese dinero en el consumo que es lo que, en principio, mide el PIB del INDEC. Solamente el Tesoro se endeudó externamente en por US$26.000 M en 2017, casi un 5% de un PIB que el Gobierno dice que creció solo un 3%. Pero esos créditos deberán ser pagados por el sector privado ya que el Estado no produce, ni siquiera sus empresas que son deficitarias.
Es decir que la Argentina está inflando un “crecimiento” -del Estado y sus adláteres- a expensas de achicar, en mucha mayor proporción, el crecimiento genuino del mercado que es el que produce: ganar las elecciones hoy y que pague el que sigue, es el slogan tradicional de los políticos criollos.
Mientras tanto bajaron los bonos del Tesoro de EE.UU. y su tasa a 10 años ya superó el 2,73% anual, baja que arrastró a los bonos argentinos. Por cierto, la tasa de los bonos estadounidenses marca el piso del costo del crédito. Así, el Gobierno, se adelantó y en enero salió a colocar bonos por US$9.000 M de los US$30.000 M que necesitará -al menos- para cubrir su rojo.
Por todos lados “el modelo” hace agua. Tomemos, por caso, la balanza comercial. Si bien es cierto que para crecer no necesariamente hay que exportar mucho, sí es verdad que la balanza argentina es un despropósito, sobre todo considerando que es una economía cerrada que no favorece la importación. En 2017 se produjo el déficit comercial más alto de la historia, según el INDEC. El saldo negativo alcanzó los US$8.471 M, aunque en rigor el récord es nominal, medido en dólares, ya que representó el 1,4% del PIB cuando en el 94 llegó al 2%.
Y la cosa va para peor. De acuerdo con Abeceb, en enero el déficit comercial fue de US$478 M, comparado con los 376 M de enero 2017. Y hasta el campo empeora: las exportaciones totales proyectadas llegan a 79,5 M de toneladas, contra 87,1 M de 2017, con una caída bruta de 7,5 M de toneladas. Argentina le vende sólo a 6 de los 25 principales importadores globales y las exportaciones crecieron apenas 0,9%, lo que contrasta con una expansión del 3,6% del comercio mundial. Y aunque no se computa en la balanza comercial, en 2017 los turistas argentinos gastaron en el extranjero US$10.662 M, 25% más que en 2016 y 2018 va para peor.
Básicamente, el problema es que el descomunal gasto estatal se financia con impuestos, emisión -inflación- y endeudamiento. Y todo esto va camino de empeorar. Lo que empuja, en un círculo vicioso, al dólar hacia abajo de donde los turistas e importadores cuentan con un dólar artificialmente barato, en tanto que la producción local tiene impuestos altísimos.
Según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (esta vez participaron 53 de 61 inscriptas, un número elevado) se espera una “inflación” anual del 19,4%, cuando el mes pasado planteaba un 17,4%, ambas por encima de la nueva meta oficial del 15%. EL IPC “núcleo”, treparía 16,9% versus el 14,9% de la encuesta pasada. En tanto que el PIB este año crecería 3% contra el 3,2% de la última encuesta.
Pero hasta esto parece quedar corto. La inflación de enero se habría acercado al 2% -21% anualizado- con una disparada de la “núcleo” del 1,6%, mientras que en febrero el alza de precios rondaría el 2,3% según diversas consultoras. Lo que no le dejaría al BCRA margen para bajar las tasas de interés, dada la imaginaria neo keynesiana que supone que tasas altas bajan la inflación cuando ésta es solo la emisión monetaria excesiva en tiempo real.
Hasta Cavallo -padre de una de las atrocidades más grandes de la historia económica: el corralito-, reconoce que el Gobierno está introduciendo distorsiones en el mercado cambiario, aunque sus argumentos son errados. Efectivamente, entre otras cosas, el BCRA provoca una bajada artificial del dólar con esas tasas tan altas a lo que hay que sumarle la brutal entrada de dólares por la deuda estatal externa.
Para ser políticamente correcto, Macri anunció un achicamiento del 25% de los cargos políticos y un congelamiento de los salarios de los funcionarios. El ahorro será a lo sumo de unos $1.500 M, un chiste de mal gusto: el 0,03% de las erogaciones previstas en el Presupuesto 2018.
ALEJANDRO A. TAGLIAVINI (*)
*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California |