Dos damas de hierro se verán en el Senado
Nuevo capítulo en el tirante vínculo de Villarruel y Bullrich desde el comienzo de la gestión libertaria. Desconfianza, viejos reconcores y el silencio de la Vicepresidenta.

El desembarco de Patricia Bullrich en la Cámara Alta promete algo más que una foto institucional renovada. Su regreso al Congreso anticipa la precuela de una convivencia turbulenta con Victoria Villarruel. Bullrich llega con la misión de sacar al oficialismo del terreno defensivo y pasar a la acción. En el corto plazo, la Casa Rosada necesita aprobar el Presupuesto y avanzar con las reformas laboral y tributaria: los pergaminos que exige Washington, y para los que Bullrich, una alumna aplicada de la Embajada norteamericana, dice estar dispuesta a trabajar. La ex presidenta del PRO dejó la actividad parlamentaria en 2015, cuando Mauricio Macri la llevó al Ministerio de Seguridad. Según pudo reconstruir este diario, el diálogo entre la presidenta del Senado y la futura senadora es inexistente, y crecen las dudas sobre cómo será la convivencia entre ambas. “Todo dependerá del lugar que pretenda Bullrich en el Senado: si quiere ser presidenta provisional o jefa del bloque”, anticipan desde la bancada libertaria. Las aspiraciones de Ezequiel Atauche le allanan el camino.
Patricia Bullrich ocupará una banca en el Senado a partir del 10 de diciembre, muy a su pesar. La ministra con mejor imagen del gabinete libertario le repitió al presidente que prefería la gestión antes que la tarea parlamentaria. Poco importó. Primero, porque los números mandan y Bullrich era una candidata competitiva para disputar la Ciudad de Buenos Aires, un distrito donde La Libertad Avanza proyecta buenas chances. Y segundo, porque Karina Milei vio en esa candidatura la oportunidad perfecta para correrla del gabinete. La hermana del presidente desconfía de las ambiciones de Bullrich, una dirigente que nunca dudó en cambiar de color político si eso la acercaba a sus objetivos.
La relación entre Villarruel y Bullrich fue tirante desde el comienzo. El apoyo que la excandidata de Cambiemos le transfirió a Milei para ganar el balotaje le aseguró un rol protagónico en el gabinete. Así consiguió copar la cartera de Seguridad y garantizar el Ministerio de Defensa para uno de los suyos: Luis Petri, su compañero de fórmula fallida. Los espacios que Bullrich ganó fueron los que Villarruel perdió, también por la desconfianza de Karina Milei, que en los días previos a la asunción percibió gestos de autonomía de la futura vicepresidenta que jamás perdonó. La fórmula presidencial nació rota y nunca se recompuso. Por eso, a un sector del oficialismo lo entusiasma la llegada de Bullrich al Senado: creen que allí podrá ocupar un rol más fuerte que el de Villarruel, a quien acusan de “sobreactuar institucionalismo”.
La ministra saliente tiene una misión: “ordenar el Senado”. La percepción entre los libertarios es que esa Cámara no tiene una agenda alineada con los intereses del Ejecutivo por la impericia de Villarruel, y no por la fragilidad que ostenta el bloque oficialista, que apenas reúne un puñado de legisladores. Los únicos defensores a viva voz del modelo libertario son el jefe de bancada, Ezequiel Atauche, y la cordobesa del PRO, Carmen Rivero.
El despacho de Villarruel se mantiene en silencio y sin comentarios. A pesar de las declaraciones de Bullrich, desde su entorno aseguran que prefieren “no responder provocaciones”. Días atrás, la ministra adelantó cómo imaginaba su vínculo con la vicepresidenta: “Nos toca tener una relación institucional, porque vamos a tener que construir esta mayoría necesaria para sacar las leyes que queremos. No nos va a servir un enfrentamiento o una pelea”, dijo, aunque enseguida le pidió “que no ponga palos en la rueda”.
Atrás quedó el cruce de julio, cuando Bullrich la instó públicamente a abandonar una sesión convocada por la oposición. Ese día, Villarruel le recordó su pasado: “Integró organizaciones terroristas”, escribió en X. “Levántese, señora vicepresidenta. No sea cómplice del kirchnerismo destructor”, replicó Bullrich. “Como vicepresidenta cumplo con mi rol institucional, que implica presidir las sesiones me gusten o no”, contestó Villarruel, y agregó: “Me votaron para defender la institucionalidad, no para levantarme cuando las papas queman o cuando el Ejecutivo recuerda que soy vicepresidenta”.
En el Senado, las especulaciones abundan. “No creo que se lleven muy bien, pero todo dependerá del lugar que elija Bullrich: si busca la presidencia provisional o la jefatura del bloque de La Libertad Avanza”, deslizan desde la bancada libertaria. En el primer caso, Bullrich quedaría en la línea de sucesión presidencial, un cargo que hoy ocupa Bartolomé Abdala. En el segundo, se quedaría con la silla de Atauche, encargado de los cierres de debate y operador clave del oficialismo. “Mi sensación es que para Bullrich es más negocio ser jefa del bloque que presidenta provisional”, asegura otra fuente del bloque.
El futuro de la ministra también dependerá de la reconfiguración del gabinete próxima a conocerse. Si Santiago Caputo logra consolidar su poder, el asesor hasta ahora sin firma buscará extender su influencia sobre la Cámara Alta para conducir los acuerdos de gobernabilidad que exigen los tutores del norte. Hoy esos hilos los maneja, en buena medida, a través del jujeño Ezequiel Atauche, uno de sus hombres de confianza. Sin embargo, cerca del jujeño pusieron reparos: “Ezequiel quiere ser gobernador y el año que viene va a tener que recorrer la provincia, así que no le vendría mal dejar el bloque en manos de otro”, revelaron a Página/12. Camino allanado para la futura senadora que no quiso ser pero no tuvo más remedio.
