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El amor es más fuerte

Los hinchas hicieron una fiesta por Central, dejando en segundo plano a Maradona

 

 

La popular de Regatas, la de Génova. Las dos plateas. De todos lados se hizo presente el fervor de siempre, el que acostumbran a brindar los hinchas cada vez que juega el canalla en el Gigante. Pero todo pareció armado para hacer foco en el apoyo incondicional al equipo, sin dejar huecos ni resquicios para que la figura de Diego Armando Maradona cobrara relevancia. Porque lo que ocurrió en el estadio de Central fue eso: la indiferencia por encima de cualquier cosa. Lo más relevante para los hinchas en esta ocasión fue enrojecer las gargantas, en medio de una catarata de fuegos artificiales de afuera y dentro del estadio. Los poquitos silbidos casi no se escucharon, como tampoco los aplausos en reconocimiento hacia el mejor jugador de todos los tiempos. Diego pasó por el Gigante, pero lo hizo prácticamente inadvertido.

A Maradona le llevó su tiempo caminar los más de 50 metros desde la manga hasta el banco. Mientras lo hizo, ambos planteles ya caminaban junto a Abal también al centro del campo. Y lo que hubo fue sólo una muestra de afecto al equipo sin que importe lo demás.

Igual, ya eso fue una demostración de que los hinchas no tenían demasiado entusiasmo en brindarle algún tipo de tributo a quien tanta felicidad le dio al fútbol argentino, pero que una vez se puso la camiseta de Newell’s, que en alguna ocasión tuvo palabras de agravio hacia Central y que incluso el viernes se asomó al balcón del hotel donde concentró Gimnasia para saludar a los leprosos.

La postura del club ya había quedado clara. Diego iba a ser tratado como un técnico más. Lo fue. No hubo plaqueta ni bandera ni otro tipo de homenaje. Esporádicamente aparecieron algunos silbidos durante el partido, pero de la misma forma cuando el DT del lobo llegó al banco hubo quienes aplaudieron e incluso iniciaron el canto, que tanto disfruta Maradona: “El que no salta es un inglés”.

A Diego le extendieron la manga hasta la puerta del micro en la llegada al estadio. No permitieron ningún contacto. Llamó a Rinaudo cuando caminaban hacia el vestuario en el entretiempo, lo abrazó y hablaron de cuando lo hizo debutar en la selección. Ignoró por completo esos poquitos silbidos de la popular que se mezclaron con otros pocos aplausos de la platea. Casi siempre en el banco sin sillón especial, Maradona pasó por el Gigante indiferente y sólo hubo dedicatoria con el 1-0 consumado, con “de la mano de Diego se van a la B”. Antes y después, el amor por los colores fue más fuerte.

Por Elbio Evangeliste

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