Opinión

«Hay una calma chicha, sostenida por una precaria gobernabilidad»

El economista Claudio Lozano sostiene que eso se debe al apoyo que le dio el PJ al aprobar el presupuesto.

 

El economista Claudio Lozano considera que «hay una calma chicha, sostenida por una precaria gobernabilidad», merced al apoyo que el Partido Justicialista le dio al gobierno a la hora de aprobar el presupuesto. El ex diputado nacional se ríe cuando se le recuerda una entrevista realizada hace un año en LaCapital, en la que trazó un diagnóstico sombrío sobre el futuro que, a todas luces negras, se cumplió.

«El gobierno ha fracasado en todas y cada una de sus líneas», sentencia Lozano, aunque considera que no tiene la pelea perdida. «Cristina debería jugar de otra manera. Ella simbolizó en 2015 y 2017 cuestiones que le otorgaron el triunfo a Macri», sorprende. Y acusa a la UCR, al PJ y a la CGT de llevar adelante un «pacto de gobernabilidad que sostiene este régimen».

—Se cumplió el diagnóstico de la última vez que hablamos respecto al destino de la economía

—Sí, y creo que es peor. Estamos ante un gobierno fracasado en toda la línea. Nadie esperaba que le fuera tan mal. Han combinado una dosis importante de los negocios propios con estrategias de gestión lamentables. El gobierno no tiene absolutamente nada para mostrar, sólo apela como recurso a lo que le dio resultado en 2015 y 2017. Pero claramente el fracaso es evidente, y es imprescindible un espacio de construcción política que pueda mostrar perspectiva de futuro. El gobierno logra finalizar el 2018, que comenzó muy mal, con una suerte de gobernabilidad atada con alambres, que es la que se expresa en el voto al presupuesto, en el acuerdo con el FMI.

—¿Por qué dice que es una gobernabilidad «atada con alambres»?

—Es un presupuesto invotable, impresentable, que genera conflictos y daño social. Una cosa es votarlo pero otra ejecutarlo, porque el nivel de conflictividad va a ser muy importante. A eso se le agrega un escenario internacional incierto. Y una perspectiva electoral en la que no está claro que el gobierno vaya a ganar, por lo que la posibilidad de que esto se destartale está a la vuelta de la esquina. Estamos frente a un gobierno que demanda a la sociedad un esfuerzo inútil. Llegamos donde llegamos porque pusieron en marcha un proceso de endeudamiento que colocó a la Argentina en una situación de cesación de pagos. El debate que hay que dar es cómo se reestructura la deuda, en todo caso el FMI postergó ese debate. En el 2020 la deuda va a ser superior a la que tenemos hoy.

—Dicen los que saben de estas cosas que, en ningún país del mundo un presidente iría por la reelección con los bajísimos números que tiene Macri de aceptación e imagen de gestión. ¿La única ficha es que no crezca nadie y polarizar con Cristina?

—Hay un escenario que muestra un PJ fracturado con una candidata fuerte, que es Cristina. Pero ella simboliza un pasado al cual una parte de la sociedad no quiere volver. En ese contexto, hay una izquierda que tiene dificultades para dialogar con las mayorías. En ese escenario, pese al deterioro muy serio que tiene en su consenso social, el gobierno puede dar pelea electoral. El tema está en gestar una propuesta distinta en la oposición. Argentina dio muestras de una vitalidad social muy fuerte durante todo este tiempo. Emergieron sujetos sociales muy potentes.

—Ahora bien, referencias que tradicionalmente estuvieron en este sector, como Pino Solanas, dicen ahora que hay que ir detrás de Cristina.

—Son definiciones apresuradas. Ahora hay que gestar una fuerza que ponga en cuestión este régimen de saqueo que está vigente en el país, y que se sostiene con el PRO, la UCR y un sector muy importante del PJ. Cristina simbolizó en 2015 y 2017 cuestiones tales que le otorgaron el triunfo electoral a Macri. Si el objetivo es que Macri no reelija sería complicado que nosotros tuviéramos una campaña electoral en la que se discuta el gobierno que pasó, en vez de lo que está haciendo Cambiemos. Si Cristina sigue simbolizando lo que simbolizó, no estará haciendo ningún aporte. Si quiere aportar debería jugar de otra manera. Ahora hay que gestar una fuerza que, anclada en la experiencia de los movimientos sociales, sea capaz de cuestionar el pacto de gobernabilidad que sostiene este régimen.

—¿Y cuál es su mirada sobre el rol de la CGT?

—Similar a la que tengo sobre el PJ. Lo que permitió consolidar esta suerte de calma chicha, de gobernabilidad atada con alambres, tiene una cara con el PJ ayudando a votar un presupuesto invotable, y otra cara de una CGT que, en nombre de un bono miserable, lo que hace es pinchar una protesta nacional, que cuestionaba el acuerdo con el FMI, la presencia del G20 y demás. Hay un núcleo duro en la CGT, que tiene que ver con sindicatos conducidos por empresarios, que le hacen mucho mal a la clase trabajadora. Ahora, en la CGT también hay un montón de organizaciones con las que hay puntos de confluencia para poder pensar una nueva estrategia. La CTA alumbró un camino, pero ya no alcanza. Se viene una discusión nueva.

Una vez que el PJ se dio una política de unidad, en el caso de la Magistratura, crujió todo Cambiemos.

—Me sorprende que se haya sostenido la gobernabilidad en temas que tienen que ver con la vida de la gente, como aprobar este presupuesto, y acordar para sacarle la mayoría a Cambiemos en el tema de los jueces. Cambiemos todavía puede surfear. Las condiciones para que Macri no reelija y Cambiemos pierda están sobreinstaladas. Tendrá que ver con la capacidad e inteligencia de la oposición que esto ocurra. Cambiemos siempre fue una fuerza minoritaria. Y sacó el 52 por ciento por rechazo a Cristina, y en 2017 la victoria de Cambiemos tuvo que ver con que Cristina estaba enfrente.

—Hace tres meses todos temían estallidos en la provincia de Buenos Aires y Rosario. Sin embargo, hay tranquilidad. ¿El gobierno está poniendo mucha plata abajo, más que el kirchnerismo?

—Mantuvieron la estructura de apoyo a las redes que había construido el kirchnerismo e, incluso, la expandieron. En el caso de la asignación por hijo, los autónomos pasaron a percibirla. Y en el acuerdo con el FMI el gasto social cae en la totalidad de las partidas, pero no cae tan fuertemente en la asignación por hijo y lo que se denomina economía popular. No son tontos.

—Algunos economistas dicen que la inflación se empieza a desplomar y que va a mejorar la cuestión salarial cuando termine el año.

—El 2018 terminará con una caída salarial similar a la de 2002, una caída brutal. Esa alquimia que hacen algunos de recuperación del salario porque cae un poco la inflación de los meses de noviembre y diciembre es un disparate.

Mauricio Maronna / La Capital

Noticias Relacionadas

El país del Pacto de Mayo

Editor

¿Qué sucede en otros países cuando un presidente viaje a un acto partidario?

Editor

Victoria Villarruel, la vice ignorada

Editor