El año pasado se registraron 18 casos menos que en el período anterior. En la ciudad disminuyeron y aumentaron en Villa Gobernador Gálvez
Si bien la disminución no fue tan pronunciada como el año pasado, la cantidad de homicidios dolosos en el departamento Rosario volvió a bajar respecto del período anterior. Mientras algunos casos siguen bajo análisis en virtud de dudas hasta ahora no despejadas, 2017 terminó con al menos 162 crímenes en la zona metropolitana donde en 2016 se habían cometido 180. Del total, 124 tuvieron lugar en la ciudad de Rosario mientras que en el resto de las localidades la cifra alcanzó 38, el doble que en 2016.
Según muestran los números a simple vista, la merma de 44 casos entre 2015 y 2016 duplicó la diferencia de 18 registrados en 2017 respecto del año anterior. Esa disminución no se podría atribuir a Rosario, donde los casos volvieron a bajar de 158 en 2016 a 124 el año pasado. Donde sí aumentó notoriamente fue en el resto del departamento, básicamente en Villa Gobernador Gálvez, donde se registraron veinte crímenes, casi el doble de los once ocurridos en 2016.
Esa cifra creciente en el Gran Rosario fue alimentada también por cuatro crímenes cuyas modalidades que casi no registraban antecedentes: fueron dos emboscadas en rutas, casos que dan cuenta de nuevas formas de planificar y ejecutar venganzas.
También sigue siendo notable un indicador ya observado el año anterior: mientras algunos índices y porcentajes se mantienen —edades de las víctimas y armas empleadas para matar— lo que no disminuyó en 2017 fueron los asesinatos de mujeres, apenas dos menos que en 2016. Y de esos, la mitad podría encuadrarse en casos de violencia de género o familiar. Un dato para entender que la violencia mortal que atraviesa a esta sociedad va más allá de la problemática de seguridad pública y las medidas que se orienten a paliarlas.
Datos
Este informe está elaborado con datos colectados por este diario durante el año pasado a partir de los hechos que tomaron estado público en virtud de información preliminar inobjetable como las zonas donde ocurrieron, armas empleadas y edades de las víctimas. Debe tenerse en cuenta que la investigación de muchos de estos hechos siguen abiertas, sin sospechosos identificados ni móviles establecidos, y que los números no son definitivos en tanto hay medidas pendientes para establecer si algunas muertes fueron efectivamente consecuencia de homicidios dolosos.
Además, un análisis completo requiere datos cuyo estudio lleva más tiempo —los informes cualitativos que elabora el gobierno, por ejemplo, demandan un año de trabajo— y tienen que ver con las circunstancias en las que se cometieron los crímenes. Por ejemplo, determinar si un homicidio es consecuencia de otro anterior, lo cual no siempre aparece claro desde el principio.
Pero sí se puede inferir de esta información preliminar algunas nociones útiles como qué lugares aparecen como las zonas más conflictivas.
Zonas
Como se dijo, la disminución de homicidios en el departamento se verifica en la ciudad (ver infografía), donde la zona sur pasó a ser la que registró más hechos. En el centro y macrocentro, que abarca las seccionales 1ª hasta 7ª, hubo nueve crímenes, tres menos que en 2016. En el área del distrito Norte, en cambio, subieron de ocho a once. En las seccionales del distrito Noroeste, con 24 casos, hubo dos menos, y una pequeña baja se observó en las del Sudoeste.
La gran disminución, al parecer determinante, fue en las seccionales del distrito Oeste donde en 2016 se registraron 51 homicidios y el año pasado fueron 26. La mayoría fueron en las zonas de las comisarías 19ª (doce hechos, seis menos que el año anterior) y la 13ª, con seis casos. Así, la zona oeste fue desplazada del total de crímenes por la zona sur, donde ocurrieron 37 casos, uno menos que en el período anterior.
Con 15 homicidios, la seccional 11ª —todavía epicentro de sangrientos enfrentamientos entre familias y pandillas— fue el foco con más letalidad, seguida por la 16ª —diez hechos— y los ocho registrados en la 15ª.
Las cifras cambian al salir de la ciudad, donde los 38 casos casi duplican los 22 registrados en el período anterior. Mientras en Pérez, Funes, Granadero Baigorria y Arroyo Seco el panorama no ofreció mayores sorpresas, surgen como determinantes los 20 casos registrados en Villa Gobernador Gálvez, la ciudad que supiera alcanzar el triste récord de 34 crímenes en 2013 que bajaron a once en 2016.
Este crecimiento en el Gran Rosario también tiene una fuente poco habitual: los hechos ocurridos en las rutas. Hubo tres hombres asesinados en la A-012 cuando volvían en un auto de ir a buscar a la cárcel de Piñero a un interno que cumplía salidas transitorias y otra emboscada en la ruta 21, cerca de la planta de Cargill de Alvear, donde un hombre fue asesinado y otro herido cuando los balearon desde otro vehículo.
Alza y baja
Tampoco hay grandes sorpresas respecto de los momentos en que se perpetraron los homicidios, que nunca llegaron a la veintena en un mes. Esta vez fue agosto, con ocho, el mes con menos crímenes, y también se notaron disminuciones profundas en abril y mayo, cuando se registraron casi la mitad que en ese período del año anterior.
Algo que sí llama la atención respecto del almanaque, y tal vez pueda servir para contextualizar la ola de violencia con la que empezó el 2018 en Rosario, es que los últimos dos meses de 2017 se duplicaron los casos respecto de fin de 2016: 34 contra 19.
Asimismo, podría observarse que en algunos indicadores bajaron las cifras pero no las proporciones. En 2016 hubo 120 víctimas menores de 35 años, un 66 por ciento que el año pasado se elevó a 69 por ciento con los 112 muertos de esas edades. En cuanto a los crímenes cometidos con armas de fuego, directamente subió el total: de 127 contabilizados en 2016, el año pasado fueron 128.
Otros números que deberán incorporarse a los análisis más profundos que puedan hacerse de estos datos tiene que ver con los seis menores de 15 años muertos violentamente el año pasado —tres de ellos pequeños alcanzados por tiroteos callejeros mientras estaban adentro de sus casas—, los cuatro hombres asesinados por policías en distintas circunstancias y las al menos nueve personas que murieron a golpes, en su mayoría ancianos asaltados en sus casas.
En tanto, será materia de análisis posteriores establecer si se mantiene o no en torno al 20 por ciento histórico la cantidad de homicidios en ocasión de robo, cuántos de estos crímenes pueden atribuirse a un hecho anterior y hasta qué punto la violenta cultura que se despliega al compás de la narcocriminalidad incide en la tasa de homicidios, más allá de las inferencias que puedan hacerse según los datos preliminares.