Por su peso electoral, es junto con Córdoba uno de los distritos en los que el oficialismo nacional podría compensar una derrota amplia en Buenos Aires. Pero a la vez las encuestas marcan un deterioro de la imagen del presidente incluso en el interior de la provincia y Pullaro le plantea una dura disputa por el voto no peronista
Javier Milei hizo una breve visita a Santa Fe este fin de semana (Presidencia)
El costo político que el gobierno paga por el intento presidencial de sostener la candidatura a diputado nacional de José Luis Espert —a pesar del escándalo y las explicaciones inconsistentes y contradictorias sobre los 200 mil dólares que cobró de un empresario procesado por narcotráfico en Estados Unidos— excede a la provincia de Buenos Aires. De hecho, incluso antes de este episodio –que completa una saga que se inició con los caso Libra y Spagnuolo– las encuestas comenzaron a reflejar lo que los consultores describen como una caída sostenida del oficialismo libertario en territorios que alimentaban el sueño imperial de Javier Milei. Uno de esos distritos es Santa Fe, una provincia que en el balotaje fue decisiva para el triunfo del jefe del Estado en 2023 y que hoy aparece en el centro de sus problemas.
“Hay un fuerte desplome de los indicadores nacionales: aprobación de gestión, expectativas económicas y evaluación de la situación actual. Principalmente esto se veía ya en Rosario desde el caso Libra, a principios de año. Pero en los últimos días vemos un cambio: el interior provincial ya no compensa esa caída”, relató a Rosario3 un consultor con base en Santa Fe que cerró un estudio de opinión hace apenas una semana. Lo que antes era un “piso firme” para Milei en el corazón productivo de la provincia, ahora se resquebraja. “En febrero y marzo me costaba encontrar un pueblo donde el presidente estuviera por debajo de los 65 puntos de aprobación; hoy cuesta hallar alguno donde supere los 50”, resume.
Así, la erosión, que en los primeros meses parecía confinada a las grandes ciudades, ahora se extendió al interior santafesino, donde al desgaste que en distintos planos sufre el gobierno nacional hay que sumar la desilusión que generó en el campo la fugaz eliminación de las retenciones que benefició a las grandes cerealeras y no a los productores, con una diferencia frente a otras situaciones de crisis: esta vez no hay relato épico ni enemigo a mano para justificar el malestar.
Hay otra particularidad. En Santa Fe el gobierno nacional tiene una dura competencia por el voto no peronista con un oficialismo provincial que reivindica el déficit cero, pero desde una gestión que en lugar de abandonar la obra pública y las políticas a favor de la producción, las convirtió en bandera de una apuesta más grande. Es la apuesta de Provincias Unidas, el intento de tercera vía con base territorial que tiene en el gobernador Maximiliano Pullaro a uno de sus puntales: ser la plataforma de lanzamiento del posmileísmo, un movimiento que reivindique el orden fiscal, pero también la posibilidad de contar con un Estado que funcione de manera eficiente y proactiva.
Plebiscito de gestión
El gobierno nacional mostró en todo el país dificultades en su armado político. La decisión de Karina Milei de que La Libertad Avanza vaya por todo y enfrente en la mayoría de los distritos a los oficialismos provinciales ya se reveló errada en la mayoría de los comicios realizados hasta ahora, el último de ellos en Corrientes, donde la fuerza violeta quedó cuarta. En Santa Fe ese desafío complejo lo encarna con un candidato joven y al que la mayoría de los ciudadanos de la provincia ni siquiera le conoce la voz: Agustín Pellegrini. Por lo tanto, no hay otra estrategia que plebiscitar la gestión nacional y que la cara de la campaña sea Milei, justo en el momento en el que parece crecer el sentimiento antimileísta en la población y el presidente se quedó sin argumentos para un arma que, es parte del desgaste que sufre, supo ser fundamental: el discurso anticasta.
Igualmente, La Libertad Avanza conserva un núcleo de apoyo duro y hay una pecera enorme para pescar: Santa Fe es una provincia donde cerca de dos tercios del electorado supo abrevar en el antikirchnerismo.
Un estratega del pullarismo consultado por Rosario3 plantea que la disputa por ese voto se resume en un dilema. “El gobierno está golpeado. Pero hay que ver qué se pregunta la gente del no peronismo cuando va a votar: ¿defiendo a Santa Fe o apoyo a Milei en un momento en el que el kirchnerismo está al acecho?”. Si el ciudadano enfoca en las cuestiones provinciales, sostiene, la balanza se inclinaría claramente a favor del oficialismo santafesino. Pero si predomina el debate nacional, agrega, el resultado es más incierto.
El dilema del voto macrista
Hay otra particularidad santafesina que puede inclinar la balanza. En Buenos Aires, el reemplazo de José Luis Espert por Diego Santilli –que además aspira a sumar a Mauricio Macri en la campaña– ofrece a Milei un lugar desde donde buscar recuperar parte del voto del PRO que lo acompañó en el balotaje de 2023 pero abandonó a La Libertad Avanza, quedándose en su casa, en las elecciones provinciales del 7 de septiembre, donde perdió por 14 puntos en el principal distrito del país.
En Santa Fe, en cambio, ese mismo voto está en disputa. De hecho, la principal candidata de Provincias Unidas, la vicegobernadora Gisela Scaglia, es también presidenta del PRO en la provincia. ¿Cómo hará esta vez La Libertad Avanza para que ese electorado se vuelque hacia un candidato libertario sin anclaje ni trayectoria?
Los sondeos marcan un escenario de tres tercios, con la candidata del Fuerza Patria, Caren Tepp, primera. Según el encuestador con el que se hable, Scaglia y Pellegrini alternan en el segundo y tercer lugar, con una diferencia muy pequeño entre los tres primeros. Es una foto que puede cambiar en un escenario político volátil, pero alcanza para afirmar que el mileísmo ya no parece liderar en una provincia que fue fundamental para que llegara al poder.
Las provincias que definen
Para el oficialismo nacional, la ecuación es simple y dramática: si pierde Buenos Aires por amplio margen como pasó el 7 de septiembre, necesita ganar en Córdoba y Santa Fe para compensar y acompañar las seguras victorias que obtendrá, ahí sí en alianza con los gobernadores Alfredo Cornejo y Rogelio Frigerio, en Mendoza y Entre Ríos.
En Córdoba, que fue el principal bastión libertario en 2023, las encuestas dan primero al gobierno, pero también allí los números se desinflaron. Y Santa Fe, que fue la segunda provincia en volumen de votos para Milei en 2023, no parece garantizar nada.
En este contexto, el equipo presidencial ruega por que la renuncia de Espert ponga un freno la caída y el anuncio concreto de un nuevo respaldo financiero estadounidense, esperado para esta semana, ayude a recomponer expectativas.
En la Casa Rosada entienden que la economía sigue siendo la variable que ordena el voto: mientras haya ilusión de estabilidad, el enojo puede contenerse; si la sensación es de retroceso, la bronca se amplifica. La devaluación, se sabe, espera agazapada a la vuelta de la esquina.
El humor del electorado
En los despachos santafesinos que analizan los números de la provincia, hay coincidencia en un punto: el enojo social creció en las últimas semanas, y no solo en los sectores urbanos más afectados. Los encuestadores consultados para esta nota agregan otro matiz: lo que era una aprobación “muy buena” sobre la gestión Milei se volvió apenas “buena” o “regular para bien”, categorías que son más volátiles y menos comprometidas. En cambio, la desaprobación se consolidó.
¿Capitalizarán ese descontento el peronismo y sobre todo Provincias Unidas? En el PJ ven que pueden sumar voto que era propio, pero que ante los malos resultados de la gestión de Alberto Fernández en comicios anteriores se mandó a guardar. En el pullarismo plantean una duda que puede hacer la diferencia: “Hay que ver si los antiperonistas que se enojaron con Milei votan en contra o directamente no van a las urnas”. Es decir, si el desencanto se transforma en abstención o en voto castigo.
En el tramo final, todo parece depender de una delgada línea emocional: la capacidad del oficialismo nacional de reinstalar un mínimo de esperanza económica o de épica política frente a una sociedad que empieza a cansarse de esperar.