Opinión

PROPÓSITO: ELECCIONES OCTUBRE 2025

La política no se mide por gestión ni discurso: solo perdura cuando une propósito claro con credenciales reales que lo sostienen.

 

Resumen Ejecutivo

La elección 2025 confirmó una verdad que la vieja política dejó de comprender: la práctica política siempre fue propósito con credenciales.

 

Los ciudadanos no votan gestión, obra o ideología: votan sentido probado. Exigen saber para qué se gobierna y si quien lo dice tiene con qué sostenerlo.

 

En un contexto donde la confianza se volvió escasa, el poder comunicacional proviene de la coherencia narrativa: el cruce entre propósito y credibilidad.

 

Este paper analiza las tres campañas más relevantes del escenario argentino —Milei, Pullaro y Tepp— desde la perspectiva del marketing político y la arquitectura de sentido.

 

El objetivo: identificar por qué unas propuestas conectan emocionalmente y otras se desvanecen pese a su eficiencia o moralidad.

 

1.   Milei: el propósito que ordena el caos

Javier Milei se impone porque logra convertir la bronca en una causa colectiva. Su narrativa —“terminar con la casta y liberar al que produce”— no es un eslogan, sino un marco de sentido que organiza el malestar social.

 

Cada acción, gesto y conflicto refuerza esa trama. Su tono exaltado, lejos de ser un exceso, funciona como coherencia simbólica: el grito expresa autenticidad.

 

El votante no lo evalúa por resultados económicos sino por fidelidad al propósito. Asume el sacrificio como parte del camino hacia la redención.

 

Milei ofrece una fe política: mejor sufrir por purificación que aceptar la hipocresía del sistema.

 

Hasta que otro actor logre ofrecer un propósito esperanzador con credenciales tangibles, su narrativa seguirá ordenando el caos.

 

Insight: La política no administra realidades: administra sentidos.

 

2. Pullaro: la administración sin propósito.

Maximiliano Pullaro encarna el perfil del gestor eficiente que perdió autoridad simbólica. Su gestión es concreta; su propósito, difuso.

 

Promete orden y obras, pero no logra explicar para qué. En un tiempo donde la ciudadanía busca dirección más que administración, la obra sin relato se convierte en ruido operativo.

 

Su comunicación sobre seguridad —presos exhibidos, patrullajes, puestas en escena— erosiona la confianza. Muestra control donde la gente necesita alivio emocional y sentido de protección real.

 

Pullaro representa la política del hacer sin por qué, la eficiencia desconectada del significado. Su caída no cuestiona su capacidad técnica: revela su falta de narrativa integradora.

 

Insight: La gestión sin propósito no construye poder político.

 

3.   Tepp: el propósito justo, sin credenciales

Caren Tepp llega desde Ciudad Futura con capital ético, coherencia y cercanía genuina. Su propósito —defender lo público, cuidar derechos, ordenar la vida cotidiana— tiene densidad moral, pero al integrarse al peronismo provincial queda encapsulada en una estructura sin autocrítica ni actualización de relato.

 

El PJ santafesino habla de “Estado presente”, pero evita revisar su pasado inmediato. Sin revisión, no hay credenciales nuevas. Y sin credenciales, el propósito se vuelve discurso.

 

Tepp podría representar el punto de inflexión del peronismo si impone un nuevo método: autocrítica pública, gestión medible y ética aplicada a resultados.

 

Su desafío no es contraponerse a Milei, sino demostrar que el Estado puede volver a ser útil y confiable.

 

Insight: El propósito solo vale cuando se traduce en credenciales verificables.

 

4.   Conclusiones Estratégicas

El nuevo votante no elige gestión ni relato, elige propósito con prueba.

La credibilidad reemplazó a la promesa como activo central.

El espectáculo no erosiona si responde a un sentido coherente.

La eficiencia sin relato carece de legitimidad emocional.

La moral sin resultados pierde poder narrativo.

 

En síntesis:

Milei tiene propósito; Pullaro es solo administración; a Tepp le faltan credenciales.

Ninguno reúne las dos dimensiones del liderazgo político contemporáneo.

 

5.   Aprendizaje para dirigentes y equipos
  1. Redefinir el “por qué” antes del “qué” y el “cómo”: sin propósito, toda gestión se vuelve burocracia.
  2. Construir credenciales verificables: lo que se comunica debe poder comprobarse.
  3. Unificar relato y acción: la coherencia simbólica es hoy la nueva forma de autoridad.
  4. Medir el impacto emocional, no solo el operativo: el poder político es primero emocional, después

 

Conclusión

La política nunca dejó de ser lo que siempre fue: una práctica de propósito sostenida en credenciales visibles.

El desafío actual no es reinventarla, sino volver a entenderla.

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