En los últimos días, en el marco de las atribuciones de las fuerzas de seguridad para controlar y detener a quienes violen las disposiciones del gobierno nacional en relación al cumplimiento del aislamiento social obligatorio, se vienen mutliplicando las denuncias de violencia institucional, apremios ilegales y detenciones arbitrarias. Esto último es lo que le ocurrió a Claudio Romano, quien el pasado jueves fue a hacer una compra a una ferretería, a dos cuadras de su casa y terminó pasando la noche en la comisaría 15º.

Claudio tiene 52 años y es empleado de la Empresa Provincial de la Energía. Si bien tiene la autorización para circular, otorgada por su empleador, por el momento está de licencia ya que es diabético e hipertenso. «Pensé que podía ir a hacer un mandado a los negocios que están acá, cerca de mi casa. Y el jueves, cerca de las 19, pensando que venía el fin de semana largo, salí con idea de ir al cajero y a la ferretería, que está a dos cuadras de mi casa. Agarré el auto para hacer más rápido y no andar caminando. Cuando estaba llegnado vi que el local estaba cerrado así que pegué la vuelta. Vivo en Laines al 800, y cuando doblé para dar la vuelta manzana me pararon en San Martín y Arijón». Y allí comenzó la odisea.

Según el relato que Romano hizo Conclusión, el policía que se acercó ni siquiera le pidió los documentos, ni le preguntó la dirección ni nada. «Me preguntó a dónde iba  le expliqué que había ido a la ferretería, que estaba cerrada y que estaba volviendo a casa. Y cuando dije eso, el tipo se empezó a reir». Ahí nomás, sin mediar otra palabra, el efectivo policial llamó a los agentes de tránsito quienes, en pocos minutos, engancharon el auto».

«Cuando bajé les pregunté qué estaban haciendo, les dije varias veces que yo vivía a dos cuadras, pero como si nada, se llevaron el auto y a mi me subieron a un colectivo con otro grupo grande de gente».

Entre los detenidos también había una mujer embarazada que estaba yendo a la farmacia y una chica que había estado toda la tarde trabajando en un merendero para darle de comer a cientos de personas que no tienen otro sostén. «Ella sí tenía autorización, pero cuando quiso pedirle a la hermana, por teléfono, que le mane el archivo para mostrarlo, no la dejaron», detalló Romano.

Entre tanto, mientras era subido al vehículo y como se había olvidado el teléfono en su casa, pidió prestado uno para hablar con su mujer, aivsarle lo que estaba pasando y pedirle que le lleve su propio teléfono para mostrar su autorización. «Pero justo subió este policía que me paró a mí y empezó, a los gritos, a decir que no podíamos hablar por teléfono, que no teníamos autorización para hablar con nadie porque estábamos todos incomunicados. Y así, nos llevaron a la comisaría 15ª».

Una vez en la seccional, Claudio notó que algunos de los agentes que estaban de turno pusieron objeciones a la detención, pero sin embargo, quedó detenido allí hasta pasadas las 5 de la mañana. «La verdad es que la pasé muy mal. Estuve 10 horas sentado en un rincón, y tuve la suerte de que no me llevaran a una celda porque yo estoy en el grupo de riesgo, pero la pasé realmente mal».

Alrededor de las cinco de la madrugada del viernes, lo subieron a un patrullero junto a otras tres personas y lo llevaron a su casa. «O sea que ahí no hubo ni distancia ni protocolo ni nada, tres personas amontonadas en la parte trasera del patrullero. Si alguno tenía el virus, ya estábamos todos contagiados», detalló Romano.

«Además cuando me dejaron en mi casa me dijeron que quedaba con arresto domiciliario. Después mi abogada pudo hablar con uno de los jefes y le dijeron que hubo ‘errores de ambas partes’ y que yo tenía que bajarme el permiso nacional para transitar, porque el que yo tengo solo sirve para trabajar. Pero la verdad es que hubo tanta confusion con los papeles para transitar que yo ya no tengo en claro que hay que llevar. Pero una persona con un poco de criterio me hubiera pedido el documento y viendo que estoy a dos cuadras de mi casa me podría haber dicho que me pegue la vuelta».

En ese sentido, Claudio remarcó varias veces el tema del documento. «En ningún momento me pidieron los documentos, eso es una locura. Como para ver si el auto era mí, confirmar mi dirección. Me chuparon de la peor manera».

Por otro lado, por el  momento no ha podido rastrear el paradero de su auto. «No tengo ni idea donde está, no lo puedo encontrar. Además, con toda la tensión del momento, ni siquiera recuerdo si lo cerré o quedó abierto. No se que voy a encontrar en el momento en que lo encuentre». Y concluyó: «Fue una noche tremenda y sentí que me chuparon como en los peores años del país».