El lunes 27, cuando el ministro Goity subió al escenario para dar su discurso de apertura del Congreso Santa Fe en Movimiento, al igual que muchos otros compañeros docentes comencé a expresar mi malestar. Por mi cercanía al escenario, el ministro me reconoció e invitó a acercarme, pero cuando fui a ver qué tenía para decir me pidió que esperara, por lo que volví a mi lugar. Al finalizar su discurso lo vi buscándome entre el público: le hice señas para que viera dónde me encontraba y, con la cara completamente desencajada, empezó a decirme que con “esos valores y faltas de respeto” no merezco ser docente.

Me pregunto: ¿quién le falta el respeto a quién? ¿Yo expresando mi descontento con las políticas brutalmente ajustadoras que lleva a cabo su Ministerio o él que en forma amenazante pone en duda mi rol como docente?

Hasta hace poco tenía el máximo de horas que la Provincia le permite trabajar a un docente. Tuve que renunciar a algunas para poder tener otro empleo que me permita sostener a mi familia. Un docente con un hijo discapacitado recibe una asignación de 20 mil pesos, la asignación base es 5 mil (cuando, por ejemplo, el servicio complementario de Iapos vale 25 mil). Pese a tener un segundo trabajo, no llego a cubrir los gastos del mes, ni hablar de poder afrontar un alquiler.

El ministro habla desde la altura de su puesto. Tal vez la empatía y el diálogo no son herramientas con las que cuente el actual gobierno. Es muy difícil ejercer como docente en la actualidad. Pidieron 190 días de clases y los tuvieron. Pidieron que no hubiera más paros y lo tuvieron. Pero la parte que les toca nunca llega.

Como un secreto a voces dejan correr la información de que los alumnos con 4 materias deben pasar de año para no elevar el número de repitencia. ¿De qué respeto y valores habla un ministro completamente enajenado de la realidad? Su discurso habla de revalorizar el rol docente, pero vemos que nos atacan de todas las formas posibles. Menoscaban nuestro derecho a una vida digna con salarios de pobreza (o de indigencia, dependiendo los casos particulares). Ante la necesidad, extorsionan con un premio al presentismo. Denigran nuestro rol como educadores al instar a que todos pasen de año (así hayan o no alcanzado los saberes mínimos). Nos obligan a permanecer en una obra social que no funciona.

El ministro pide respeto pero no lo da. Con toda su investidura me increpa por mi falta de valores y respeto, los cuales sigo transmitiendo y enseñando a través de actos como reclamar por un salario justo, por no dejarme amedrentar ante los atropellos, al no agachar la cabeza, expresar mis ideas y, sobre todo, yendo todos los días a trabajar con las nulas herramientas que nos brindan y en medio de las carencias estructurales en las escuelas.

El ministro debería dejar de pedir respeto y empezar a brindarlo. Enojarse con un docente y no escuchar a un auditorio con 2 mil personas silbándolo me parece muy desacertado. Y no eran sindicalistas, eran docentes. La calidad educativa va a mejorar cuando los docentes puedan vivir de la docencia. Si Goity sostiene este camino, será recordado como el ministro que extinguió a la docencia.