Crónica política
I
Dejemos por un instante las novedades de Washington y las bravatas de Javier Milei en Davos y regresemos a la Argentina, donde su actual presidente está realizando la gestión más importante de la historia nacional y, seguramente, del mundo.
Luis Caputo, ministro de Economía regresó de Estados Unidos y su primer anuncio fue el de la rebaja a las retenciones de sus productos agropecuarios y eliminación de los derechos de exportación a las economías regionales.
La rebaja a las retenciones tiene fecha de vencimiento: el 30 de junio, pero por lo pronto los dirigentes de la Mesa de Enlace están conformes y es de presumir que los gobernadores de la Región Centro (Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos) también
Asimismo, no se les escapa que como compensación a la “gentileza” del gobierno nacional deberán empezar a usar la motosierra en sus pueblos y ciudades, un temita que, cualquiera lo sabe, es políticamente desagradable.
Con esta disposición el gobierno satisface, aunque más no sea a medias, al sector más poderoso, es decir más moderno, más desarrollado y rentable de la burguesía nacional, el sector que conocemos a través de la palabra “campo”, título de honor ganado en las refriegas de la 125, allá por el año 2008, cuando Cristina recién asumía su primera presidencia.
El gobierno cumple porque el “campo” es uno de sus principales soportes políticos, pero también porque no ignora que este año hay elecciones e importa trabajar con tiempo para arribar a esa fecha con las reservas, el tipo de cambio y la inflación medianamente controladas. No está mal pensado ni mal ejecutado.
II
El “campo” resuelve, aunque más no sea en términos coyunturales, sus problemas más urgentes, pero lo mismo no pueden decir las clases medias y los sectores económicos más vulnerables, cuyo poder adquisitivo ha caído y por el momento no hay señales de que se recupere.
A favor del gobierno hay que decir que hasta el momento esas clases medias y esos sectores populares están dispuestos a soportar estas privaciones. No hago encuestas y tampoco creo demasiado en ellas, pero hablo con empleados públicos, taxistas, jubilados, algunos profesionales, y en general existe hacia el gobierno una actitud esperanzada.
“La dirección es buena”; “hay que tener paciencia”; “si esto fracasa vuelven los peronchos”; “Milei es lo más grande que hay”.
Mi tía Cata al respecto no vacila: “Prefiero pasarla mal con Milei, que vivir bien con Cristina”. Frase contundente si la hay, aunque habría que agregar que la jubilación y los alquileres que cobra mi querida tía Cata le permiten vivir bien con cualquier gobierno.
Anécdotas familiares al margen, lo sorprendente de estos tiempos es que personas que en otras circunstancias hubieran puesto el grito en el cielo por estos ajustes o por esta pérdida de poder adquisitivo, hoy exhiben una paciencia oriental.
¿Cuánto tiempo durará este retiro espiritual? Yo no lo sé y creo que nadie lo sabe. Están los que dicen que este modelo, copiado del de José Alfredo Martínez de Hoz, estalla a mediados de año, auspicio un tanto desvalorizado porque son los mismos que dijeron que MIlei en 2024 no llegaba a Semana Santa.
Están los que dicen que el gobierno dispone de recursos para seguir pateando la pelota para adelante, aunque en algún momento la crisis le va a estallar en la cara, una crisis que provendrá de las tensiones internas o de los cambiantes vientos económicos y financieros del mundo, temporales para los que la Argentina actual no está preparada para soportarlos.
Finalmente, están los que dicen que el modelo va a funcionar, que estamos ingresando en un nuevo ciclo histórico, pero advierten que ese funcionamiento se sostendrá por un tiempo más o menos prolongado sobre la base de una Argentina más desigual. Saco el sillón a la vereda y me siento a presenciar el espectáculo que se avecina.
III
“No sólo no les tenemos miedo. Sino que los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la LIBERTAD. Zurdos hijos de putas tiemblen. La libertad avanza. VIVA LA LIBERTAD CARAJO”.
Este inspirado brulote no pertenece al repertorio retórico de un barra brava, de un matón esquinero, de un sicario jubilado, o de un rufián tramposo y algo sádico. Nada de eso.
Estas bravatas diarreicas fueron pronunciadas por el honorable presidente de los argentinos, el benemérito Javier Milei. Admitamos, con la mano en el corazón, que en este tema de insultar y arrojar excrementos contra quienes no piensan como él, nuestro presidente siempre se supera a sí mismo.
Esta vez la catarata de adjetivos insultantes no fue dirigida contra Carlos Pagni, Ricardo López Murphy, Carlos Melconian, Domingo Cavallo, o Marcelo Longobardi, todos ellos, como bien se sabe, comunistas juramentados. En la ocasión, nuestro Jamoncito la emprendió en abstracto.
De lo bien que estaba, una marea de neuronas en la playa dieron inicio al jolgorio verbal. Los enemigos son los izquierdistas y ese sambenito incluye a más de la mitad del género humano. Analistas bien inspirados, y otros no tanto, dicen que a las palabras de Milei no hay que tomarlas en serio.
En realidad, yo nunca lo tomé demasiado en serio, pero ahora advierto mi error: hay que tomarlo en serio. Un tipo que eyacula tanto resentimiento y tanto odio merece ser tomado en serio. Lo digo libre de culpa y cargo: a ese bodoque de excrementos no sé si Juan Carlos Onganía, Rafael Videla o el gaucho “Hormiga Negra” se hubieran animado a lanzarlo.
En términos literarios digamos que la inspiración del presidente pertenece al género que practicaban Calígula, Torquemada, Rasputín o los mastines que a paso de ganso ladraban en Alemania e Italia a mediados del siglo XX.
En un plano más íntimo, la letanía me recuerda a la de aquel general argentino que prometía aniquilar a los izquierdistas, luego a sus secuaces y por último a los indiferentes. Insisto: la violencia se inicia con las palabras.
Y tengo derecho a pensar que un tipo que habla con el rencor y el odio de Milei, no tendría demasiados reparos morales de transitar desde las palabras a los hechos. Él y los perros cimarrones que aúllan a su lado. Mientras tanto, el ministro Guillermo Francos convoca a los partidos opositores al diálogo.
Consultado sobre las proezas retóricas del presidente, dijo que la frase de “los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta” no es ni agresiva ni camorrera, sino un sano y ejemplar ejercicio a favor de la deliberación y el debate público.
Pobre don Guillermo. Las cosas que se ve obligado a decir para disimular los arrebatos verbales del psicótico de su jefe.
IV
Lo cierto es que los argentinos estamos aprendiendo a debatir temas que nuestros abuelos ya consideraban saldados. Cuestiones como la homosexualidad, los derechos de la mujer, el cambio climático, el pluralismo político, los inmigrantes, el rol social del Estado, parecían cuestiones resueltas por la historia. Error.
Milei las ha instalado en pleno siglo XXI y con música de rock como telón de fondo. No está solo. Donald Trump, Viktor Orbán, Jair Bolsonaro, Santiago Abascal, piensan parecido. A esta albóndiga de anacronismos y sobras de reaccionarismo político mal digerido, los seguidores de Milei la denominan: “Revolución cultural”.
Por este camino, resulta lícito preguntar en qué momento la van a emprender contra las vacaciones pagas, el aguinaldo y el descanso dominical. De todos modos, que la izquierda o el progresismo, o como mejor quieran llamarlo, no se enojen tanto ni pongan el grito en el cielo.
Sus abusos, sus prepotencias, sus miserables corruptelas nos llevaron a esta situación. Transformar a reivindicaciones históricas justas en mercancía barata, en coartadas para enriquecerse, trajeron a Milei.
Los derechos humanos no pueden encharcarse con los “sueños compartidos”; la justicia social no puede quedar en mano de mafiosos; las libertades, todas las libertades, incluidas las del sexo, no deben se regenteadas por funcionarios bien rentados y fanáticas alienadas. Cuando esto ocurre, el capítulo siguiente lo interpreta el Milei de turno.