La bandera con la cruz gamada se iza en lugar de la argentina en un consulado; alumnos de un colegio escuchan un discurso elogioso hacia Hitler; un abogado se suicida en el hotel Grand Italia por sentirse perseguido por la Gestapo; un maestro alemán es sospechado de espía nazi y de entrenar tropas en la isla frente a Rosario. ¿Episodios de una novela del siglo XX? No, se trata de documentos revelados después de 80 años -a los que tuvo acceso Rosario/12– y que sacan a la luz los conflictos y tensiones vividos también en Rosario en el contexto de la mayor tragedia de la historia de la humanidad, la Segunda Guerra Mundial.
Esa guerra que sigue resonando en el presente. Este año se supo de un cuadro robado a un galerista judío en Ámsterdam en 1940 que apareció en Mar del Plata en la casa de un ex financista del régimen alemán. Antes fueron halladas en los archivos de los Tribunales porteños cajas con infinidad de documentos del nazismo. Rosario no es ajena a esas revelaciones. Archivos ahora hechos públicos muestran cómo la ciudad era un caldo de cultivo de actividades vinculadas a la ideología nazi y cómo respondían los sectores antifascistas, los ciudadanos comunes y las autoridades políticas y policiales, a veces con acciones cercanas a lo grotesco.

El club y la policía

En 1941, Adolf Hitler es amo y señor de casi toda Europa (en junio inicia la invasión de la Unión Soviética) y sus tentáculos se extienden por el resto del mundo, utilizando las embajadas e instituciones alemanas de cada país para sembrar sus ideas totalitarias.

Argentina se declara país neutral, pero internamente es un hervidero de sectores que apoyan a los aliados (Gran Bretaña, Estados Unidos y Unión Soviética), enfrentados a parte de la colectividad alemana (y también argentinos) que respaldan abierta o veladamente al nazismo.

En junio de 1941 la Cámara de Diputados de la Nación aprueba la creación de la Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas, que apunta a “investigar y combatir la penetración de ideologías extremistas en el país fundamentalmente aquellas de inspiración nazi-fascista”. Hasta 1943 elaboró cuatro informes en base a 36.000 páginas de documentos y testimonios recogidos de infinidad de fuentes oficiales y ciudadanos comunes.

En ese marco, rápidamente el 15 de junio de 1941 la División de Investigaciones de la policía local responde un pedido de la comisión de Diputados para “informar supuestas actividades nazis en Rosario”. El jefe Alfredo Berretta detalla que desde 1938 “esta División ya practicó numerosas diligencias para establecer las actividades nazis que pudiera desarrollarse en esta ciudad”. Así constató “la existencia de organizaciones pertenecientes a la colectividad alemana regidas todas en su orden interno, de acuerdo al régimen de Gobierno imperante en aquel país, ya que espiritualmente las dirige el Club Alemán que es la entidad social de la colectividad y el club a su vez responde en todo a las directivas que le imprime el cónsul alemán en esta ciudad”.

 

Los investigadores establecen que “la finalidad de esas organizaciones consiste en mantener siempre latente entre la colectividad alemana el sentimiento nazi que impera en la patria de origen. Pero -se apura en aclarar- hasta la fecha, pese a las múltiples investigaciones llevadas a cabo, principalmente las realizadas a principios de 1940, en que la prensa del país de tendencia democrática (sic) comenzó a agitar el ambiente denunciando supuestas actividades antiargentinas, no se llegó a concretar que la propaganda nazista saliera del círculo de la colectividad alemana, ya que en ningún momento ha efectuado proselitismo con miras a interesa al elemento no alemán y atraerlo al terreno de su influencia”.

Los policías puestos en analistas políticos consideran que entre la comunidad alemana del departamento Rosario -calculada en 3.200 personas- “no toda ella responde a la tendencia nazi y por consiguiente no frecuenta los círculos de la colectividad”.

Y van más al detalle: “El grueso de los alemanes de sentimientos nazis está compuesto principalmente por los comerciantes de esa nacionalidad, sus empleados de igual nacionalidad y en su mayoría por alemanes de regular instrucción, muchos de los cuales están identificados por esta policía y han sido objeto de una estrecha, aunque discreta vigilancia personal”.

El ojo policial evalúa entonces que “sus actividades en ningún momento despertaron la suficiente sospecha como para temer una acción de importantes y graves alcances para la estabilidad de nuestras instituciones democráticas” para luego ya lanzarse a un análisis político indulgente hacia los “nazistas”: “Cuando la prensa del país u otros medios informativos han denunciado supuestas actividades nazis, se sabe que son especies interesadas, a lo menos por lo que respecta a esta ciudad, donde únicamente se ha tenido conocimiento de hechos aislados, no de propaganda nazi, sino de pública expresión de ese sentimiento”.

En esa línea complaciente, la policia vío como normal lo sucedido el 30 de abril, cuando en el Colegio Argentino Alemán el director Erich Elsner “en oportunidad de festejarse en el establecimiento el aniversario del natalicio del presidente (Adolf Hitler), destacó las condiciones excepcionales de ese gobernante y el engrandecimiento de Alemania bajo el actual régimen, en un discurso que pronunció ante el alumnado”.

Pero la prensa tenía otra visión respecto al inocente “sentimiento” nazi que resalta la policía. El diario Crítica -el de mayor tirada a nivel nacional y dirigido por el mítico Natalio Botana-, de tradición antifascista, titulaba:  “El cónsul alemán en Rosario se negó a izar la bandera argentina” y detallaba que “es motivo de animados comentarios en toda la población que en el consulado alemán (1° de Mayo 951) en ocasión de nuestra efeméride patria del 25 de mayo se hayan izado solo banderas nazis, faltando la bandera argentina”, algo que se consideraba obligatorio. Según Crítica, la policía destacó un agente al lugar pero el cónsul Allfeld “no atendió en forma alguna el pedido y la bandera argentina estuvo ausente del lugar que le correspondía”.

 

También en la ciudad de Santa Fe el diario El Orden denunciaba “las actividades de los profesores nazis, comúnmente denominados nacionalistas, en el Colegio Nacional Simón de Iriondo”, impulsados por “las orientaciones antidemocráticas y violentamente hitlerianas del rector”.

Con la policía no había caso. Seguía viendo la mayor de las inocencias en las actividades nazis e incluso, en una notable vuelta de carnero, terminaba culpando a organizaciones y gremios de izquierda de atentar contra la democracia. Un informe producido por el auxiliar policial Oscar Byorkman no detectaba mayor peligro en las instituciones alemanas de Rosario que exhibían en sus locales “cuadros de figuras representativas del nacionalsocialismo, banderas, distintivos, lo que es propio de una organización extranjera”.

Por el contrario, destacaba que “con motivo de algunos acontecimientos europeos en los que participó Alemania (es decir la invasión de países vecinos), las entidades se vieron atacadas por la prensa liberal y las organizaciones obreras, cuyos directivos estaban en manos de elementos reconocidos por su acción disolvente, los que con su prédica oral y escrita, se encargaron de sembrar cierta atmósfera que colocaba a las entidades alemanas como enemigas de nuestra patria”. Y terminaba atacando al Partido Comunista (“los llamados izquierdistas”), con una enumeración de “los desmanes cometidos por estos elementos”, concluyendo que “a los fines de hacer una comparación con el proceder de los componentes de las entidades alemanas, sin querer llegar a hacerle una defensa, puede afirmarse que en todos sus actos han demostrado la mejor voluntad para con las autoridades”. Al diligente auxiliar policial solo le faltaba ensayar el saludo nazi, si no lo había hecho ya.

El abogado suicida

Otro hecho sumó misterio a la escena. “Se ha cumplido mi destino negro; la Gestapo ha triunfado” titulaba el diario Crítica, reproduciendo las últimas palabras que había pronunciado un abogado alemán justificando su suicidio en una habitación del Hotel Grand Italia (hoy sede de Gobierno de la UNR).

Se trataba del doctor Ernesto Flumhe que en Alemania “a pesar de ser ario puro (sic), comenzó a ser vigilado por la Gestapo (policía secreta nazi) al no ser adicto al régimen hitlerista”. Terminó en un campo de concentración “donde entre otras tareas se lo obligaba a desagotar pantanos. Este trabajo le ocasionó una gran afección cardíaca y una profunda depresión moral e intelectual”.

Lograda su liberación, emigró a la Argentina junto a su familia y terminó trabajando en Rosario, donde tuvo cierto reconocimiento, pero aquí también continuaron los problemas: “Recibía constantemente amenazas y sus connacionales le negaban toda amistad y lo hacía objeto de toda clase de insultos y vejámenes. ¨Mi vida es una vida quebrada. La Gestapo ha triunfado, se ha cumplido mi destino negro¨, escribió antes de ingerir 26 tabletas de un somnífero.

Un maestro espía

Había sido designado por Berlín como profesor del Colegio Alemán de Rosario (por entonces en calle España 150), vivía en una pensión de calle Santa Fe 1590 junto a ex marineros internados del acorazado Graf Spee (hundido en 1939 en la Batalla del Río de la Plata) y viajaba por todo el país, fotografiando y filmando zonas fronterizas, puentes y caminos con su cámara Leica.

Erich Braeuer reunía suficientes elementos como para ser investigado por las autoridades. El expediente a su nombre abunda en detalles: “En su domicilio se encuentra un uniforme de boy scout argentino cuyo cinturón tiene la cruz esvástica por hebilla. También tiene prendas del uniforme militar de la guardia personal de Hitler. Posee tres brazaletes rojos con la cruz esvástica que usan los dirigentes de tropas de asalto”.

Además de señalar que Braeuer recibe folletos y material de la embajada alemana que distribuye entre niños y padres del colegio alemán, el informe plantea una novedosa hipótesis. El agente nazi realiza frecuentes excursiones a las islas frente a Rosario, donde “existe gran profusión de habitantes alemanes nazis que bajo la aparente profesión de pescadores tienen la misión de vigilar y recibir a los excursionistas. El verdadero campo de adiestramiento militar de la zona Rosario lo constituyen tales regiones, donde van a efectuar picnis o a practicar la caza, siendo realmente esta última práctica de tiro militar”.

La conjetura oficial suena un poco forzada si se compara con las fotos en las islas que le secuestraron a Braeuer, asimilables a cualquier salida de fin de semana, aunque con algunas escopetas de caza en mano.

Eso sí, la lancha en que cruzaban el río -propiedad de un gerente de Molinos Fénix- lucía una bandera nazi y contaba con “el aparato de radiotransmisión más potente de Sudamérica (sic) y la velocidad de los motores es considerada como una de las mayores de las que existen en Rosario”.

Poco valieron los argumentos de la investigación respecto a que “un maestro de escuela que posiblemente de figurar percibiendo un reducido sueldo no puede poseer medios corno para efectuar la serie interminable de viajes a todas las regiones visitadas y que testimonian su fotografía”. A las 24 horas de ser detenido, Braeuer fue puesto en libertad y le devolvieron todos los elementos secuestrados en su domicilio. “La libertad de este individuo y la devolución de la totalidad de las pruebas no demuestran un error policial pero sí ausencia de criterio argentinista y conciencia de la responsabilidad del momento actual”, lamentaron los investigadores.

Paquetes al norte

La Comisión de Actividades Antiargentinas no solo recibía informes de organismos oficiales, entidades o ciudadanos, sino también aceptaba denuncias anónimas sobre el accionar de nazis en territorio nacional, y en particular en Rosario. Abundan manuscritos donde se daba cuenta de domicilios en distintos puntos de la ciudad donde se detectaban “actividades de gavillas nazis”. También informes de presuntas actividades “nazistas” en pueblos y ciudades del interior provincial, como Las Rosas, Casilda o Cañada de Ucle.

Un informe desde la ciudad de Santa Fe del 16 de septiembre de 1940 evaluaba: “Los alemanes parecen estar muy activos en el interior, y lo que ocurre exactamente en los lugares desiertos del norte de esta provincia y en el Chaco se presta a conjeturas. Hemos notado que muchos autos, que llevan chapas con números en el exterior, salen regularmente de los conocidos cuarteles nazis de Santa Fe, cargados de paquetes”.

 

La Comisión de Actividades Antiargentinas cesó su tarea en 1943, junto con el golpe militar que puso fin a la prolongada Década Infame y abrió camino al ascenso al poder de Juan Perón. Todas las actuaciones fueron archivadas. En marzo de 1945, saliendo de su tradición de neutralidad, Argentina le declaraba la guerra a una Alemania ya vencida, que firmó la rendición incondicional el 8 de mayo.