La elección legislativa del domingo pasado dejó al peronismo en Santa Fe ante un espejo incómodo: mejoró a nivel provincial respecto de la elección de constituyentes de abril, pero en un contexto nacional adverso y con la expansión libertaria por todo el mapa. Entonces, le queda al PJ sostener –y acaso, ampliar– la unidad conseguida y avanzar hacia una renovación real de liderazgos, prácticas y discursos, según coinciden dos dirigentes consultados por este diario: el concejal reelecto en Villa Gobernador Gálvez, Nicolás Ramírez, emergente de la nueva generación militante, y Pablo Corsalini, intendente de Pérez y referente de Vamos, el espacio que agrupa a los jefes municipales y comunales del peronismo santafesino.

En Villa Gobernador Gálvez, una de las pocas ciudades donde el peronismo logró conservar la victoria en medio de la ola violeta, Ramírez describe el triunfo ajustado de Fuerza Patria como «la capital de la resistencia». Con apenas 1.100 votos de diferencia sobre La Libertad Avanza, el concejal de 29 años interpretó el resultado como una señal de advertencia más que de consuelo.

«Si a la gente no le ofrecés otra cosa, busca alternativas. Y hoy el voto a Milei expresa más un antiperonismo que una adhesión ideológica», consideró. Ramírez hoy encarna esa renovación en la ciudad considerada un bastión histórico PJ aunque hoy la gobierne el frente Unidos pero ya en tercer lugar en la consideración del electorado.

Ramírez, alineado al Movimiento Evita, capitalizó el voto peronista, por encima de un histórico del «gonzalismo» como Diego Garabano y de Jorge Murabito, ex intendente y actual presidente del Concejo que no logró ser reelecto.

Desde su perspectiva, la clave estuvo en ofrecer una opción que combinara unidad y renovación, una fórmula que permitió contener la fragmentación histórica del justicialismo local. «Muchos dirigentes que aportaron muchísimo tienen que empezar a ocupar otro lugar, más desde la experiencia que desde el protagonismo», dice, con un tono de respeto generacional pero sin ambigüedades y con claros destinatarios en modo tácito.

El diagnóstico de Pablo Corsalini va en la misma dirección. Desde Pérez, el intendente y dirigente provincial de Fuerza Patria enfatiza que los resultados demostraron que la unidad era el camino, al permitir que el peronismo recuperara terreno y se consolidara como la segunda fuerza de la provincia. «Pasamos del 14% al 28% de los votos. La unidad dio fruto. Ahora lo que sigue es la renovación», planteó.

Para Corsalini, la caída del oficialismo de Maximiliano Pullaro y la baja participación electoral crearon un escenario particular que exige leer con cuidado. «El voto a Milei fue un voto de miedo, de búsqueda de paz y estabilidad más que de convicción ideológica», evaluó, y relacionó el fenómeno de la holgada victoria de un ignoto libertario Agustín Pellegrini con los comicios de 2017, cuando otro candidato desconocido –Albor Cantard– capitalizó una ola similar de voto opositor sin estructura política sólida en el fenecido Juntos por el Cambio.

Los análisis del momento post electoral en el frente que llevó a Caren Tepp como primera candidata incluyen la hipótesis de que el pullarismo se asumió derrotado en los últimos días previos al comicio, y que desde La Libertad Avanza le advirtieron al gobernador que si no había polarización le servirían el triunfo «al kirchnerismo». Así se explican en el PJ, en parte, el discurso anti K que exacerbaron en la recta final no solo la prédica libertaria, sino también el propio Maximiliano Pullaro y su vice y primera candidata, Gisela Scaglia. Y así se disipó lo que semanas antes parecía algo más cercano a un escenario de tercios.

Del antiperonismo al desencanto

Tanto Corsalini como Ramírez coincidieron ante Rosario/12 en que el voto libertario no se explica por un corrimiento ideológico profundo, sino por un malestar persistente con la dirigencia tradicional. «Existe un antiperonismo que no es ideológico, sino emocional. Y un votante que le da una última oportunidad a Milei, pero no por esperanza sino por hartazgo», reflexionó Ramírez.

El referente de Vamos! complementó desde otro ángulo: «La gente quiere paz. Y la política tiene que volver a ofrecer felicidad, no miedo. El votante busca certezas simples, inmediatas. Y el peronismo debe aprender a comunicarlas de nuevo», resumió.

Puesto a repasar el último tramo, Corsalini consideró que acaso le haya faltado a Fuerza Patria «10 o 15 días de campaña para lograr un desenlace superador del ‘frenar a Milei'», tal el eslogan central de la lista. «Comunicar que hay que frenar a Milei para esto, para lo otro, de esta forma, para los jubilados, para los productores. Pasar de la negativa a la propositiva. Y desactivar el efecto miedo que insufló el aparato libertario, y también el pullarismo. Faltó eso, quizás», revisó.

La palabra «renovación» atraviesa ambos discursos, pero sin ánimo rupturista. Ni Ramírez ni Corsalini hablan de «jubilar» dirigentes, aunque los dos admiten que hay figuras que deben dar un paso al costado o redefinir su rol. «No es de nombres propios, es de proyecto colectivo», distinguió Corsalini. «Hay que convocar a los sub-50 de cada espacio para construir el proyecto 2027, discutir ideas y propuestas, no candidaturas».

Ramírez, desde una trinchera más joven, coincide en la necesidad de abrir paso a nuevos cuadros con otras herramientas para conectar con el electorado. «Hoy cuesta que los dirigentes tradicionales le hablen a los jóvenes. Nosotros compartimos valores, pero tenemos que encontrar formas nuevas. Porque el electorado también se renueva», advirtió.

También Corsalini reparó en el mismo detalle generacional: la desconexión de la dirigencia con los votantes más jóvenes. «Yo, con 45 años, ya no soy un buen interlocutor para un pibe de 16 o 18. Tenemos que formar nuevas voces que traduzcan nuestro mensaje en su idioma, que puedan hablar en TikTok, en sus códigos. Si no, nos quedamos sin puente generacional», señaló.

Ese flanco débil que ahora asumen anticipa el debate que se viene puertas adentro de Fuerza Patria. «Quizás la gente ya no pide pavimento, sino educación, nocturnidad, oportunidades culturales. Si no lo entendemos, nos pasa por arriba la realidad. La gente quiere paz. Y nosotros tenemos que volver a ser quienes la representen», aceptó el referente de los intendentes justicialistas que integró la nómina de candidatos a diputados nacionales.

Tanto uno como el otro coinciden en que el tiempo de las autocríticas ya debe dar paso a la reorganización. «Si hubiéramos ido desdoblados, el resultado habría sido catastrófico», reconoció Corsalini. Por eso, el próximo paso –coinciden– es construir un proyecto político colectivo, con base territorial, propuestas concretas y liderazgo plural. «Hay que pasar de la catarsis a la acción, y de la acción a la planificación», sintetizó. “El desafío es sostener la unidad, ampliar la base y hablarle de nuevo a la gente», acotó Ramírez.