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El plan económico del Gobierno para 2018. Los objetivos, los instrumentos y los riesgos en el frente externo

Las políticas de ajuste y el abismo

El Gobierno apuesta a lograr la reducción del déficit fiscal y la inflación para obtener el favor de inversores y prestamistas internacionales. Tarifas, ajustes y otras exigencias externas. Dólar, tasas y vulnerabilidad.

 

El año 2018 plantea desafíos nada sencillos para el gobierno en materia económica. Viene de un 2017 en el que no logró los objetivos que esperaba (debió corregir las metas de inflación sobre el fin de año), se le presentaron complicaciones en el plano externo (el fracaso en las negociaciones por acuerdos de libre comercio, trabas a las exportaciones a países considerados “amigos”), se frustró un año más la esperanza de ver llegar una oleada de inversiones (predominan las especulativas, y el capital privado que huye es mayor al que ingresa) y, ante todas esas dificultades, se convirtió en una urgencia la necesidad de las reformas previsional, laboral y tributaria que le permitan recomponer las cuentas fiscales sin afectar las ganancias de grandes empresas.

Frente a este shock de realidad, el gobierno de Cambiemos se muestra decidido a reafirmar sus objetivos principales (por los que recibe el elogio y respaldo del FMI y el G20, fieles representantes del poder financiero internacional), utilizando instrumentos ya probados (sin resultados), lo cual puede derivar en consecuencias muy costosas para amplias franjas de la población, justamente las menos acomodadas económicamente. Tanto si fracasa como, incluso, si lograra un relativo éxito en su política. Veamos.

1 Las metas fiscales

El principal objetivo que se ha fijado el gobierno es bajar un punto porcentual del producto bruto el déficit fiscal “primario” por año. Para 2017, previó bajar a 4,2 por ciento, en este 2018 a 3,2 por ciento, en 2019 a 2,2 y en 2020 a 1,2 por ciento, alcanzando así este último año un virtual “equilibrio fiscal”. Según informó en conferencia de prensa el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, para 2017 “se sobrecumplió” el objetivo, ya que el déficit “primario” fue equivalente a 3,9 puntos del PIB, es decir que la baja excedió en tres décimas a la meta.

Semejante “éxito” encubre más de una falacia. Primero: la definición del déficit fiscal. Cuando se habla de déficit “primario” se está haciendo referencia a la diferencia entre los gastos de la administración pública “antes del pago de intereses de la deuda”, contra los ingresos totales del fisco. A ese déficit “primario”, de 3,9 puntos del PIB en 2017, habría que sumarle entonces lo que se pagó por intereses de la deuda en el mismo año, equivalente a 3 puntos del PIB, para llegar al déficit fiscal total. El resultado, cercano a los 7 puntos del PIB, difícilmente podría ser exhibido con orgullo por una administración de corte neoliberal como la actual. De todos modos, para Dujovne y el gobierno el objetivo está cumplido y se mantendrán las metas para los años siguientes, aunque ya veremos con qué consecuencias.

2 Metas de inflación y crecimiento

El Banco Central sostuvo, hasta fin de 2017, una política fuertemente restrictiva en el plano monetario, con el supuesto objetivo de lograr que la inflación se estabilizara entre el 12 y el 17 por ciento. Con la misma política de tasas de interés altas y reducción del dinero en circulación, confiaba en lograr durante 2018 una inflación restringida entre el 8 y el 12 por ciento. En tanto, estimó que el crecimiento alcanzaría al 3 por ciento en 2017 y pudiera repetirse en 2018, producto de “la mayor confianza” de los empresarios y una “inserción al mundo” más dinámica.

Sobre el fin de año, el gobierno debió admitir que la meta de inflación estaba lejos de haberse cumplido, con un índice minorista oficial que reconocería un aumento del 24,8 por ciento en 2017, diez puntos por encima del punto medio de las metas originales (entre 12 y 17, 14,5 por ciento). Ello llevó a modificar la meta para 2018, que de un nivel intermedio de 10 por ciento entre topes (8 y 12), se elevó al 15 por ciento. La consecuencia en materia de política monetaria, fue que se relajó la restricción monetaria y se inició un período de bajas paulatinas en las tasas de interés.

Lo que no fue dicho, aunque en fuentes cercanas al gobierno se admite, es que sobre el fin de 2017 se observó una contracción en la tasa de crecimiento económico con respecto al inicio del año, admitiéndose que la política monetaria pudiera haber afectado el crecimiento por las altas tasas de interés y por mantener un dólar retrasado respecto de la inflación. Tras relajarse la política monetaria (con baja de tasas y suba del dólar), se ratificó la meta de crecimiento para 2018 del 3 por ciento.

Las políticas, o los instrumentos, con los que se apunta a lograr las mencionadas metas, se sintetizan en los puntos siguientes.

3 Tarifas públicas y jubilaciones 

Otra cuestión es cómo se logra ese déficit “primario” de 3,9 puntos. Citemos como fuente una consultora de línea ortodoxa, como Economía & Regiones, que hasta hace un lustro (o poco más) fuera encabezada por Rogelio Frigerio, actual ministro del Interior. Dice E&R (informe del 19 de enero pasado), “el gasto total (de la administración nacional) prácticamente no varió desde el 2015 si tomamos en cuenta el pago de intereses (…). Por el lado del gasto, el principal ajuste pasa por el sector privado y se concentra mayoritariamente en la reducción de subsidios económicos, es decir, en aumentos de tarifas de luz, gas, agua y transporte”. Es decir, se bajó el gasto reduciendo los subsidios a las empresas, a las que se compensó con un aumento en las tarifas que paga el usuario. Pero lo que se dejó de pagar en subsidios para tener energía y transporte barato, se terminó pagando en más intereses a los acreedores externos. E&R le critica al gobierno no haber hecho el ajuste sobre el gasto, señalando que se mantuvieron e incrementaron en 2017 las partidas por “jubilaciones, planes sociales y transferencias a provincias”, además de intereses de la deuda. Este es el ajuste que falta, pero que el gobierno plantea a través de la reforma previsional, que supondría un ahorro de casi 100 mil millones de pesos simplemente por el cambio de la fórmula de movilidad.

El “ahorro” en jubilaciones, que ya pasó por el Congreso, es uno de los requisitos para cumplir con la meta fiscal. Y es una necesidad ineludible para que la política del gobierno siga a flote. Como dijo el diputado de Cambiemos Mario Negri (UCR): “Si no logramos bajar un punto el déficit primario, hay dos escenarios posibles, los acreedores no suben las tasas de interés y tenemos una crisis a mediano plazo, o los acreedores no nos prestan más y tenemos una crisis inmediata”. No hacen falta explicaciones adicionales. El ajuste sobre las jubilaciones es una imposición de la política económica del gobierno.

4 Obras públicas y crecimiento

Tras un freno casi total a la obra pública en 2016, la reactivación parcial en 2017 significó un bálsamo que impulsó la actividad y explicó, en buena medida, el cálculo de crecimiento que se habría ubicado entre 2,5 y 2,8 por ciento. El interrogante es si se repetirá para este año. El Presupuesto Nacional anticipa un congelamiento o leve retroceso en el monto de obras públicas de este año, producto de la necesidad de restringir el gasto para arrimarse a la meta de 3,2 puntos del PIB en el déficit “primario”. Ello puede repercutir en una menor tasa de crecimiento si el sector privado no responde. Por ello se buscó impulsar la oferta privada vía suba del dólar y baja de tasas. Hay que ver si esa supuesta mayor oferta encuentra demanda. Las metas del gobierno entran en contradicción por el tipo de instrumentos elegidos: suba de dólar es más inflación y menos consumo; baja en obras públicas es menor déficit pero menor crecimiento. Si se mantiene el objetivo de ponerle un techo bajo a las paritarias para reducir la presión inflacionaria, eso supone menor consumo y menor crecimiento, La meta de crecimiento del 3 por ciento aparece como la más comprometida, al tiempo que la meta de inflación ya se orienta a una revisión temprana este año.

5 Dólar, tasas y volatilidad

La deuda externa es el gran condicionante de la política económica de Cambiemos. Porque es su única fuente de financiamiento, ya que ni el comercio exterior ni el ingreso de inversiones extranjeras le están dando ninguna satisfacción. Y la fuga de capitales sigue siendo mayor al monto de capitales que ingresan. Sólo llegan capitales especulativos, pero para mantener esa corriente de ingresos, el único atractivo es tasas muy altas en pesos y un valor del dólar que suba muy lentamente. Ambas tendencias están cambiando (bajan las tasas en pesos y se acelera el ajuste cambiario), lo que previene el riesgo de una fractura en el financiamiento externo. Este es el punto más sensible de la política económica, para el cual el gobierno no parece tener plan alternativo. Y el peligro es inminente.

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