La Revolución Liberal Libertaria que guía el profeta y autopercepcibido rockstar Javier Milei recibió en los últimos días el enésimo ayudín de Mr. President para llegar al 26 de octubre sin ser carbonizado en el intento. Qué entregó el gobierno argentino a cambio, además de las partes pudendas de su población, aún no está claro.

Lo que sí es posible calcular, porque de hecho lo evalúa el propio mileísmo, es que el salvataje del jefe Donald no conquistará un voto más en las inminentes elecciones de medio término. No obstante, sirve claramente para no arribar a esa disputa con el dólar estallado y el malhumor social volando por el aire. No es poco.

Que existe un enojo popular es un dato de la realidad y quedó evidenciado el 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires. Desde ya que la paliza que sufrió el León libertario en aquella oportunidad no es extrapolable de manera automática a los comicios en todo el país, pero puso sobre la superficie que se rompió el hechizo del ajuste sanguinario con respaldo generalizado. Si es que tal fenómeno alguna vez existió.

De allí la sorpresa de unos y otros. De manera brutal, quedó expuesta la disociación entre la percepción generosamente vociferada por consultores de opinión pública, economistas, dirigentes de variado calibre, figurones de la tele y famosos del streaming, por un lado, y el áspero sentir callejero, por el otro. Dimensiones paralelas.

Es como una suerte de montaje. Similar al que se vio, por ejemplo, en la mirada mediática sobre los festejos del tricentenario de Rosario. La multitudinaria y justificada celebración se presentó en sociedad como prueba de la resurrección de la Barcelona argentina, tras haber dejado atrás el baño de sangre narco. La inspiración de ese enfoque, por supuesto, se encuentra en despachos oficiales. Es legítimo, no debería ser motivo de vestiduras rasgadas. Todo pelota.

Ahora bien, los méritos que razonablemente se adjudican las gestiones provincial y municipal no necesariamente suponen que el conjunto del pueblo rosarino lo observe de esa manera. ¿Por qué entonces el gobernador Maximiliano Pullaro sacó en la gran ciudad del sur santafesino un menor porcentaje de votos que el promedio provincial en la elección de convencionales constituyentes? ¿Y por qué la candidata a concejala del intendente Pablo Javkin quedó tercera?

Desde ya, valga la aclaración, que un correcto análisis de esos guarismos exige múltiples matices. Lo que no se puede, o no se debe, es desconocer esos datos. Que son, además, la referencia más cercana para escudriñar el horizonte del 26-O. Son el termómetro social más transparente y cercano que hay a mano.

En consecuencia, es posible deducir que los casi 35 puntos que obtuvo Pullaro en abril se parecen bastante al techo actual de Unidos. Dicho de otro modo: es muy probable que Gisela Scaglia, vicegobernadora y primera candidata de Unidos, conquiste una porción de sufragios considerablemente menor.

Por otro lado, no es arriesgado sospechar que las voluntades que en la elección de reformadores se orientaron a Juan Monteverde, Marcelo Lewandowski y Roberto Sukerman confluyan a fin de mes en Fuerza Patria. Traducido: el piso de Caren Tepp se ubica en torno a los 25 puntos. El clima imperante sugiere que debería lograr unos cuantos más.

El tercer tercio, La Libertad Avanza, depende pura y exclusivamente de la evolución del gobierno de Milei. Su primer candidato, Agustín Pellegrini, es un rotundo desconocido. Lo que pesa al 100%, en este caso, es la marca. Que, como ya se sabe, viene un tanto deshilachada. Para colmo, la implementación de la Boleta Única de Papel, que potencia las caras famosas, no ayuda. ¿A qué cerebro libertario se le ocurrió que la BUP era una buena idea?

Hay varios interrogantes de importancia sustancial que aún se mantienen abiertos. Uno de ellos, superlativo, es el nivel de ausentismo. Otro: el destino de los votos de Amalia Granata, presumiblemente opositores al oficialismo provincial. Uno más: la reorientación de los sufragios de Locomotora Oliveras, significativos en los barrios populares de la ciudad de Santa Fe. El último: el tamaño del electorado que morderán, por izquierda y por derecha, los competidores que no se subirán al podio.

En cualquiera de los casos, en un par de semanas el soberano pueblo argentino se expresará nuevamente, quieran o no Scott Bessent, Kristalina Georgieva y “los mercados”. Sería conducente que el presidente y su alegre muchachada conserven alguito de templanza, tanto en la victoria como en el fracaso, porque habrá que agarrarse fuerte al día después. Nadie quiere que el 26 de octubre haya que sufrir otra noche de cristal que se hace añicos.