El Presidente Mauricio Macri llega hoy a Suiza para participar del Foro Económico de Davos. La gastada excusa de la búsqueda de inversiones que nunca llegan y un lugar en la fiesta de los dueños del mundo lejos del sector VIP. La propia titular del FMI, Christine Lagarde, advirtió que la toma de deuda es una política con grandes riesgos.
Tras la visita a Rusia y previo a su llegada a Francia, el presidente será parte de la cita global que más representa a Cambiemos. Macri tendrá reuniones con su par canadiense Justin Trudeau, el multimillonario Bill Gates, la reina Máxima Zorreguieta y negocia una bilateral con la Canciller Ángela Merkel. La comitiva estará representada por el pleno del ala económica del Ejecutivo y los actuales gobernadores peronistas preferidos del PRO: el el entrerriano Gustavo Bordet y el misionero Hugo Passalacqua. El Fondo Monetario abrió el Foro con una advertencia lesiva al programa económico del PRO: “el crecimiento de toma de deuda en los países emergentes”.
Mientras solicita austeridad y decoro en el gasto público el presidente argentino Mauricio Macri utiliza en su gira europea un jet privado cuyo costo de hora de vuelo sobrepasa el monto de treinta y cinco salarios mínimos argentinos. Nuestro Jefe de Estado, claro, puede argumentar que un trasporte de lujo está a tono con el Foro de Davos, la cita global que congrega a multimillonarios, celebrities y Jefes de Estado. Sin embargo, está mañana Macri aterrizará en la recoleta villa suiza con un augurio económico que aja el “ropaje” de Cambiemos para capturar inversiones en la cita de negocios. Fue la propia titular del FMI, Christine Lagarde, y no un grupo de estudios heterodoxo, quién abrió la cumbre con un pronóstico que da en la línea de flote del modelo económico argentino: “Hay un aumento preocupante de la deuda de muchos países y debemos estar atentos”.
Recapitulando, los dueños del mundo se reunirán en su retiro espiritual predilecto, el Foro Económico de Davos, para intercambiar opiniones sobre el rumbo global. Nada resume tan bien el actual momento del capitalismo y la democracia como el World Economic Forum. Congregados en el paraíso offshore suizo los altos mandos de la esfera pública global, los presidentes, y la cúpula de las principales multinacionales fijarán agenda global en una cita sin mandato institucional, pero cuya voz es en los hechos más gravitante que la OMC, y donde no hay fronteras entre política y negocios. Para el presidente Mauricio Macri se trata, claro está, de la representación del cielo en la tierra.
La agenda de Davos 2018 tendrá cambios y continuidades. Como en los últimos años, los mandatarios, ejecutivos y estrellas del espectáculo reunidos en Suiza compartirán pareceres sobre la robotización del trabajo, el peso de la tecnología en la educación o la necesidad de impulsar energías limpias. Este año, sin embargo, los príncipes de la globalización incorporarán a sus desayunos de trabajo un eje que parece tomado del mundo piquetero argentino: “la fractura social”. Evidentemente, el aislacionismo comercial plasmado en los fenómenos Trump o Brexit, una baza del populismo hoy tomada por los países centrales, y la espiralada protesta social global preocupa a los hacedores de negocios. De alguna manera, las multinacionales parecen estar a la izquierda de Cambiemos, cuyo programa está más centrado en fracturar lo social que en indagar la inequidad entre ricos y pobres. Es decir, Davos 2018 no busca un mundo mejor pero sí tratar de leer esas “fracturas” aunque, más no sea, para aumentar los margenes de rentabilidad.
La nueva era global híbrida, por la mixtura entre lo público y lo privado, tiene en Davos a su equivalente de las Naciones Unidas. La célebre escritora y activista Naomi Klein, autora de los best seller No Logo y La Doctrina del Shock, describe en su último libro Decir no no Basta de la siguiente manera, el halo snob que cubre al Foro Económico Mundial: “Bil Gates y sus colegas salvadores del mundo forman parte de lo que se ha dado llamar la clase de Davos, por la Cumbre Económica Mundial que se celebra todos los años en la cima de una montaña de la ciudad suiza de ese nombre. Se trata de una red hiperconectada de millonarios de la banca y la tecnología, líderes electos que se encuentran a gusto entre esos intereses y famosos de Hollywood que le dan a todo el montaje una pátina de irresistible glamur. En la Cumbre de Davos de 2017, por ejemplo, Shakira habló de su labor benéfica en el ámbito de la educación en Colombia, y el célebre chef Jamie Oliver expuso su plan para combatir la diabetes y la obesidad”.
Davos para principiantes
Nuestras Voces dialogó con Rosa Cañete, Coordinadora de la campaña Iguales para América Latina y el Caribe de la red global Oxfam, y el asesor de la izquierda europarlamentaria Paul Emile Dupret sobre las implicancias del nuevo capítulo del Foro Económico Mundial. La voz de Oxfam es muy significativa porque en concordancia con Davos suelen publicar sus tradicionales informes sobre desigualdad en el mundo. En paralelo, por su diario trabajo en Bruselas, Dupret es un gran conocedor, y crítico naturalmente, de las aspiraciones de la casta económica europea, uno de los actores centrales en la trama de Davos 2018.
“Nuestro último informe es alarmante: el 82% de la riqueza mundial generada durante el pasado año fue a parar a manos del 1% más rico de la población mundial, mientras el 50% más pobre –3 700 millones de personas– no se benefició lo más mínimo de dicho crecimiento. Como suele marcar nuestra Directora Ejecutiva, el boom de los milmillonarios no es signo de una economía próspera, sino un síntoma del fracaso del sistema económico. Se explota a las personas que fabrican nuestras ropas, ensamblan nuestros teléfonos y cultivan los alimentos que consumimos para garantizar un suministro constante de productos baratos, así como engrosar los beneficios de las empresas y sus adinerados inversionistas. ¿Porqué vamos a Davos entonces? Porque pensamos que al ser los multimillonarios parte del problema citado, deben ser parte de la solución también”, comienza advirtiendo Cañete desde República Dominicana, donde coordina para Oxfam la campaña continental, Iguales.
Paul Emile Dupret suma al análisis su mirada sobre la narrativa de Davos, a la que considera inconsistente por su evidente doble estándar: “Las grandes empresas proponen un modelo líquido para potenciar los negocios. Un modelo rápido y transparente, impulsado por la supuesta magia electrónica de Internet. Sin embargo, esa vena modernista atrasa un siglo con la responsabilidad tributaria. Hay números de Latinoamérica alarmantes en ese sentido. Las organizaciones de la sociedad civil vienen advirtiendo que un 7% del PBI regional está capturado por la evasión fiscal y la cifra es mucho mayor, 15 por ciento, cuando observas el porcentaje del PBI latinoamericano tomado por las llamadas facilidades para la inversión. Y el doble discurso también está en los gobiernos de Europa. Exigen tomar conciencia sobre el cambio climático pero la coalición oficialista alemana acaba de reconocer que bajara sus metas de reducción de emisiones de carbono, a tono con la salida estadounidense del Acuerdo de París”.
A su vez, Rosa Cañete puntualiza cuáles serán las propuestas de Oxfam en Davos para mitigar la brecha social: “Nosotros aconsejamos cuatro campos de trabajo en políticas públicas para que los gobiernos puedan disminuir los margenes de desigualdad social. En un plano planteamos la necesidad de incidir en las agendas distributivas y redistributiva; por eso, democratizar el mercado de empleo nos parece primordial en lo distributivo, así como impulsar una reforma fiscal progresiva es central en la cuestión redistributiva. Tercero, no puede construirse una sociedad más justa, consideramos, con la desigualdad de genero existente. Por último, los modelos de desarrollo económico están colisionando con las fronteras naturales. El cambio climático es inocultable y su impacto es mucho más notorio en las economía de los países chicos por la fragilidad de sus infraestructuras”.
Por último, Dupret estima que, más allá de la preocupación de Davos por la “fractura social” y los cortocircuitos proteccionistas que afectan al libre comercio, el business, por lo pronto europeo, está descorchando champagne en una oportunidad de negocios que tiene a los países de la Cuenca del Plata como socios suyos. “En Europa los CEOS están muy entusiasmados con la firma del tratado comercial con el Mercosur. En charlas informales, y en off the record, reconocen que no tenían estimado acordar un pacto tan ventajoso con países del tamaño de Argentina y Brasil. A ver, Bruselas tiene en marcha acuerdos similares con Japón y Canadá, pero se trata de naciones más desarrolladas y con otro peso industrial. Por lo tanto, es un diálogo económico entre iguales. El Mercosur, entonces, desde una posición asimétrica, está aceptando empalmar su economía con una región poderosa y con mucha muñeca para abrir mercados y recolonizarlos. Eso sucede en África, donde la sobreproducción europea, pero fundamentalmente alemana, anclada en su ventaja monetaria, está barriendo con el poco tejido productivo de ese continente”, sostiene Dupret.
Macri, su gabinete económico, y los peronistas PRO friendly que lo acompañan, serán por unos días parte de una fiesta en la que no ocupan, precisamente, el sector VIP. Igualmente, los Macri, pero también los Trudeau, rindiendo pleitesía en Davos a los CEOS de la tecnología como Gates o Zuckerberg (Facebook) evidencian un colonialismo que, quizás, sea el de los más peligrosos: la victoria de los negocios sobre la política. Así lo plantea Naomi Klein en un pasaje del libro ya citado: “Las élites progresistas suelen rendirse a la clase de los multimillonarios para resolver los problemas que antes abordábamos con acción política y un sector público fuerte (un fenómeno que a veces se ha denominado filantrocapitalismo). Ejecutivo milmillonarios y celebridades –Richard Branson, Michael Bloomber, Oprah Winfrey, y siempre, sin que se sepa muy bien por qué, Bono– reciben un trato propio no tanto de gente normal con algún talento en su campo como de semidioses. La Fundación Gates por sí sola tiene un valor de 40 mil millones de dólares, lo que la convierte en la mayor organización benéfica del mundo. En sectores clave como la agricultura en África, las enfermedades infecciosas y el sistema educativo estadounidenses, su poder rivaliza con el de las principales agencias de la ONU o del gobierno estadounidense”.
Por EMILIANO GUIDO