Gremiales

“Yo no me desafilio”

La joven compartió recuerdos de su infancia, como la cocina de la casa donde creció y vio nacer al sindicato docente Ctera.

En el marco de la avanzada contra los sindicatos iniciada por el Gobierno, y en particular contra los gremios docentes, Marina Yasky, la hija del docente y actual diputado y secretario de la CTA Hugo Yasky, le dedicó una carta a todos los maestros que mantienen la lucha. Lo hizo recordando parte de su infancia como la cocina de la casa donde creció y vio nacer y crecer también a la Ctera.

“No era una cocina cualquiera porque además de la comida, las sobremesas sin televisor y la poesía resistiendo en las paredes, ahí se cocinaban también muchas veces las reuniones del sindicato. Al principio el sindicato eran 5 ó 6, en plena dictadura, conspirando en un idioma que para mí era incomprensible. Lo único que estaba claro era que había que cocinar a fuego lento. Con los años la cocina fue quedando chica, los 5 ó 6 pasaron a ser 10 ó 12, el número de cocineros iba aumentando y el fuego también. La poesía insistía en las paredes, con el papel amarronado pero el mandato intacto: había que cuidar el fuego como fuera”, compartió la joven en su cuenta de Facebook.

La carta completa:

La cocina de nuestra casa cuando éramos chicos estaba llena de frases que mi vieja pinchaba en las paredes de madera. Eran muchos y todos mezclados: Gelman, Zito Lema, Machado, Hernández, Alejo Carpentier, Violeta Parra, González Tuñón. Sos chica y no te das cuenta, pero ahí están todos esos desconocidos pasando a ser familiares, contándote cosas, amasándote una mirada sobre el mundo mientras tomas la leche que no queres tomar, haces los deberes que no queres hacer o le relatas a tu mamá lo más destacado del día mientras corta las papas recién llegada del laburo y la militancia. No era una cocina cualquiera porque además de la comida, las sobremesas sin televisor y la poesía resistiendo en las paredes, ahí se cocinaban también muchas veces las reuniones del sindicato. Al principio el sindicato eran 5 ó 6, en plena dictadura, conspirando en un idioma que para mi era incomprensible. Lo único que estaba claro era que había que cocinar a fuego lento. Con los años la cocina fue quedando chica, los 5 ó 6 pasaron a ser 10 ó 12, el número de cocineros iba aumentando y el fuego también. La poesía insistía en las paredes, con el papel amarronado pero el mandato intacto: había que cuidar el fuego como fuera.

Estos últimos días me vengo acordando mucho de esa cocina, porque en como casi todas las casas fue el corazón de la nuestra y en ese sentido, va a latir siempre conmigo, y porque me quedaron tatuadas en la memoria todas esas frases que al final se convirtieron en brújula y en metralla. Pero sobre todo, gracias al último (que será siempre el penúltimo) intento de apagar el fuego colectivo de Vidal convocando a los docentes a desafiliarse de los sindicatos, se me viene galopante una de Juan Sasturain con la que mi vieja nos explicó la vida: “Uno no puede jubilarse de lo que ama. Ya sea una mujer que nos hipotecó la adolescencia, un líder que nos ganó la vida o una camiseta con el color de la victoria. O mejor: nadie puede jubilarse de los sueños sin enloquecer”.

Imposible no agregar una del entrañable Paco en la cocina de los tiempos que (nos) corren: “Arderá el amor, arderá su memoria hasta que todo sea como lo soñamos.”

Fuerza Suteba. Fuerza Maestrxs. Fuerza Todxs

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