Familiares de los tripulantes participaron del rastrillaje en el mar. Destacan el esfuerzo de los marinos, pero advierten sobre el deterioro de los equipos.
Este miércoles, volvieron a Mar del Plata los familiares de los tripulantes del ARA San Juan que se embarcaron en uno de los buques que buscan al submarino. Fueron diez días a bordo de la corbeta ARA Robinson, con la que recorrieron más de veinte mil kilómetros y pudieron ver de primera mano cómo se desarrolla la búsqueda, a más de dos meses de la desaparición del submarino.
“Nos embarcamos para saber cómo era la búsqueda. Fue una navegación inolvidable para nosotros, y vimos que se hace todo lo posible por encontrarlos. La tristeza y la bronca fue que volvimos con las manos vacías. Nosotros pensábamos que íbamos a encontrarlos y volver con esa buena noticia”, cuenta Malvina Vallejos, hermana de Celso, sonarista del ARA San Juan, También viajó su tío, y Raúl Brites, familiar de Gabriel Alfaro, cocinero del San Juan.
Partieron el domingo 21 de enero desde Puerto Belgrano, con expectativas pero sobre todo con mucha desconfianza y diferencias respecto de los manejos de la cúpula de la Armada en cuanto a la búsqueda. “La realidad es que desde tierra veíamos todo de otra manera, pero esa gente que está ahí arriba, desde el comandante hasta el último cabo, nos hicieron sentir el esfuerzo que están haciendo”, aporta Brites. “Se sentían la impotencia y el esfuerzo humano que hacen”, agrega. Eso fue lo que intentaron transmitir al resto de los familiares que están en Mar del Plata para llevar, en medio del dolor por la espera, algo de tranquilidad.
Ambos destacan el profesionalismo de la tripulación, la buena predisposición para con ellos y el dolor que también sienten: muchos de ellos también tenían amigos o “hermanos de navegación” en la nave desaparecida desde el 15 de noviembre. Pero se lamentan por las malas condiciones de los barcos, los equipos viejos y la falta de tecnologías nuevas.
“Nos fuimos con una mirada y volvimos con otra. Sentimos mucha impotencia viendo cómo trabajaban. Esos días las aguas estuvieron calmas, así que se pudo trabajar sin parar. Están pendientes del sonar las 24 horas, pero son equipos viejos que tienen placas que se calientan; ahí te das cuenta del deterioro que tiene la Armada. Los equipos son de hace veinte, treinta años. Si al menos cinco buques tuvieran la mitad de la tecnología que tienen los buques rusos”, se lamenta Brites. “Pese a todo, confiamos en los oídos de los suboficiales, que están pendientes de los sonares. Conocimos ruidos de ballenas, de cascos de hierro, de piedras”, aporta.
Ninguno de los familiares que están en la base marplatense pierde la fe de encontrar con vida a los tripulantes, pese a que la Marina dio por finalizado el operativo de rescate de sobrevivientes a fines de noviembre. “Para nosotros, el área de búsqueda donde están enfocados no alcanza a cubrir todo: solo se enfocan en la zona cercana a la explosión, que estuvo pero no fue del submarino, que para nosotros siguió un trayecto más. Tuvo una avería técnica pero no implosionó, si tuvo contactos posteriores al horario supuesto de la explosión”, asegura Vallejos.
En la base marplatense, donde varias familias viven, el cansancio y la angustia crecen. El martes llevarán sus reclamos al Presidente. “Cada día es más larga la espera. Estamos cansados, tristes, con incertidumbre. No puede ser que no se sepa nada todavía”.