A veces la vida pone por delante, y sin preguntar, un cambio abrupto que obliga a una reconfiguración existencial. Y no hay tiempo para planteárselo demasiado. Hay que actuar, y se actúa. El tiempo dirá. Es lo que les pasó y les pasa desde hace unos pocos meses a seis profesoras de nivel inicial, maestras jardineras como se las denomina usualmente. Ante el cierre inminente de su fuente laboral –en alguna de ellas, por los últimos 20 años– tomaron la decisión de encarar un camino infrecuente: se hicieron cooperativa de trabajo y, sin cerrar ni un solo día, continúan sosteniendo el jardín Mundo Infantil, el mismo que desde hace 28 años acoge a generaciones de bebés, niños y niñas de 45 días a 3 años de edad, en el centro de Rosario.

Son seis docentes que se conocieron en su trabajo, el tradicional jardín maternal de 3 de Febrero 951, como compañeras de trabajo, hasta entonces. Marianela, Malvina, Jesica, Trini, Antonella, Sandra son quienes encararon este desafío para rescatar el lugar que significa su sustento, en algunos casos desde hace muchos años ya.

El jardín pertenecía a dos socias, sus empleadoras. Tuvo su época de pujanza, allá por 2013, 2014, hasta 2019 más o menos… Llegaron a ser 14 docentes para una matrícula de hasta 100 niños. Pero la pandemia fue una bisagra que marcó el inicio de un declive irreversible.

«Estábamos bancarizadas, registradas como cualquier empleado. Pero fue una lucha que hubo que construir año tras año. Antes no estábamos agremiadas, luego sí. Cuando reclamábamos algo lo hacíamos todas juntas, porque al principio cobrábamos menos que en otros, y los aumentos siempre eran a dedo, según lo que le parecía a la dueña, nunca se basó en la paritaria», recuerda Malvina a Rosario/12. «El mejor momento fue en la época de Cristina y de Néstor, ahí la paritaria era 30%, no 1 o 0,5 como ahora», evoca Jesica con firmeza y 20 años de antigüedad. Sus compañeras no la refutan.

«Llegamos hasta acá luchando, con angustia de poder quedarnos sin nada, y ahora seguimos luchando, pero sabiéndonos un equipo, es día a día», medita Marianela, hoy ya como miembro de la Cooperativa de Trabajo Jardín de Infantes y Maternal “Mundo Infantil” Limitada.

El jardín funciona como una guardería en la dinámica del centro. Padres y madres que trabajan, y la posibilidad de dejar a sus niños pequeños desde las 8 y hasta las 5 de la tarde, si es preciso. Hoy trabajan con alrededor de 40 niños y niñas a cargo.

Sentadas en torno a una de las mesitas, comentan el inicio de los años difíciles. «Después de la pandemia no remontó más. El jardín estaba cerrado casi todo ese año, y sobrevivimos como pudimos, hasta rifas hacíamos. El gobierno ayudó, cobramos con Repro, la plata no alcanzaba. Y muchos chicos no volvieron, otros padres dejaban de pagar la cuota… veían que eso iba para largo. Hubo padres que sí bancaron y otros que en la mitad del camino se bajaron. Todo se complicó».

El balde de agua fría –aunque no tanto porque percibían que la situación iba de mal en peor– llegó el 4 de julio. «Las dueñas nos comunican que la idea era formar una cooperativa entre nosotras, ya habían consultado con una abogada, y cuando vieron que era viable nos dijeron eso: esa opción o nada, nos dijeron», contaron.

«Obviamente optamos por la opción de seguir trabajando antes que esperar la presentación de quiebra y una indemnización a cobrar vaya a saber cuándo y cómo, en un juicio», explicó Sandra, que de buenas a primeras se vio en la misión de ser quien ocupe la presidencia de la cooperativa.

Jesica enfatizó: «La dueña fue a la reunión diciendo que no tenían plata. A mí me dijeron en la cara ‘no tenemos para pagarte 20 años’, así que si quería tenía que ir a juicio».

«Las dueñas buscaron la opción cooperativa para no pagarnos indemnización. Nosotras queríamos seguir trabajando, no perder la fuente laboral. Yo hace 20 años que vivo de esto, no es fácil», comentó. Y Malvina acotó: «A mis 45 las puertas se van cerrando, no puedo ir a otro lugar. Esta era la salida».

«Decidimos formar la cooperativa, estábamos desesperadas, con angustia, no dormíamos por la preocupación. Encima las dueñas nos apuraban, y nosotras con mil preguntas y dudas. No entendíamos. Fueron días de mucha incertidumbre, hasta que la abogada Marcela nos fue asesorando y mostrando el camino, no solo en lo jurídico sino en cómo proceder», señaló Antonella, en alusión a Marcela Macellari, abogada licenciada en cooperativismo, con experiencias similares de trabajadores que se organizaron de esta forma para salvar su medio de vida. Pero hasta entonces, nunca con un grupo de maestras jardineras, como ocurrió en este caso.

La cooperativa quedó consolidada el 2 de octubre, con la homologación de los ministerios de Trabajo y de Desarrollo Productivo provinciales, y el aval de la Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina. Un mes antes habían celebrado el convenio de traspaso del fondo de comercio con las dueñas anteriores.  Hubo que superar contratiempos, criterios encontrados, la oposición inicial de la cartera laboral que se empecinaba en que hubiera indemnización, y no salida cooperativa.

El cooperativismo había sido hasta entonces algo ajeno. Siempre habían trabajado en relación de dependencia. Y Mundo Infantil era el único ingreso con el que contaban y cuentan. «No tenemos otro empleo, y ese era el miedo: la sensación de que estábamos perdiendo nuestro único trabajo, entonces vimos la posibilidad de sostenerlo pero de otra forma», planteó Marianela.

Ahora tampoco es un lecho de rosas. «Tenemos que aprender un montón de cosas –descubre Sandra–, cuando ya creía que estaba, que venía, hacía mi trabajo y me iba a mi casa. Ahora no, ahora vuelvo a casa y me llevo un montón de cosas en la cabeza, porque la parte pedagógica la sabemos todas y disfrutamos del trabajo, pero luego está todo lo demás de lo que antes no teníamos que hacernos cargo».

«Ahora nos ocupamos de lo administrativo, de la limpieza, hasta de detalles que antes no teníamos en cuenta como preparar los regalitos que tienen que llevarse los chicos, o cosas así».

«Y tenemos que pintar, porque hace años que no lo pintaban al jardín».

«Sí, y tenemos que comprar juguetes, es fundamental, pero nunca se pudo y ahora encima sin dinero».

«También hay que impermeabilizar el techo, porque va a empezar a entrar humedad».

«Bueno, tampoco equipo de música, yo pongo con mi celular, no se puede sin música para los chicos. El televisor al menos, tenemos el que nos donó Marcela».

«Tuvimos que comprar materiales, goma eva, para poder decorar, que hacía falta, y todo salió de nuestro bolsillo».

«Nunca pensé que iba a venir un sábado también a limpiar. Ni detergente había».

«Por lo menos, ya renovamos el alquiler».

La entrevista se sale de cauce. Las maestras cooperativas ya comentan y discuten todo lo que desde ahora afrontan.

En semejante trance de pasar a la forma habitual de un negocio donde hay jefas y empleadas, a un sistema cooperativo, auto gestionado, la clientela –padres y madres de los niños y niñas– bancó el proceso. «Nunca se dieron cuenta lo que enfrentábamos acá, es que siempre trabajamos sin quejas, siempre con vocación. Nuestra mejor propagando ha sido el boca a boca. Fijate en las reseñas de Facebook. Siempre los chicos venían por nosotras… que ‘yo mandé a mi hijo ahí, llevá el tuyo, que mi sobrino, que mi primo. Y aún fundido y pelado como quedó, las familias nos siguieron eligiendo», valoran.

«Las dueñas hicieron una carta de despedida, y nosotras a su vez, hicimos una carta como de bienvenida a Mundo Infantil, pero ya como cooperativa. La devolución fue muy agradable, nos felicitaron y, lo mejor, es que siguen con nosotras. No se fue ningún chico, al contrario, ingresaron más».

«La preocupación sigue –concluye Marianela–, no estamos tranquilas del todo hasta que esto no empiece a marchar y ver, pero creo que nos va a ir bien. Estamos agotadas, pero queremos salir adelante».